La última AOG -sigla de Argentina Oil & Gas, la exposición de la industria petrolera- había sido en septiembre de 2019. En aquella edición, Alejandro Bulgheroni, presidente y accionista de Pan American Energy Group, remarcó la necesidad de acelerar con las obras de infraestructura necesarias para que Vaca Muerta, que ya había dejado de ser una promesa, pudiera liberar su potencial. Se refería al mentado gasoducto a Buenos Aires y, en especial, a una planta de gas natural licuado (GNL), que permitiera revertir el círculo vicioso de importaciones que había signado al abastecimiento energético de la era reciente.

"No entiendo cómo no lo estamos haciendo", reflexionó en ese momento Bulgheroni, sobre carpetas -en especial, la del caño- que seguían pasando de escritorio en escritorio, prácticamente sin que les faltara papel alguno para empezar a convertirse en realidad.

En esa misma edición, el entonces presidente de YPF, Miguel Gutiérrez, ponía cautela a la ansiedad por la planta de GNL, en Bahía Blanca. Un proyecto que, decía, insumiría por lo menos cuatro o cinco años de construcción, aunque reconocía la existencia de empresas interesadas que se habían acercado a la torre de Puerto Madero para contribuir a llevarlo a cabo. La ansiedad del auditorio era justificada. Javier Iguacel como secretario de Energía en julio de 2018 e hizo del gasoducto una de sus prioridades. Anticipó repetidas veces que la licitación se lanzaría entre fines de ese año e inicios de 2019. Pero Iguacel renunció el 28 de diciembre, Día de los Santos Inocentes, y su sucesor, Gustavo Lopetegui, tomó dos decisiones fundacionales de su breve gestión: recortar los pagos comprometidos en la resolución 46 (que dio incentivos a la producción de gas en Vaca Muerta) y postergar el gasoducto. En mayo, prometió que el proyecto se lanzaría, a más tardar, el 31 de agosto. La AOG de ese año se desarrolló en septiembre.

Lo que pasó después es historia conocida. La gestión energética de Lopetegui, signada por suspensión de aumentos tarifarios, recortes de subsidios y postergación de obras a cambio de promesas para las empresas de un mañana mejor con una segunda administración de Cambiemos, no prosperó. Al menos, no en lo que fue su objetivo principal: la reelección de Mauricio Macri. Alberto Fernández llegó a la Casa Rosada con afán revisionista sobre todo lo hecho por su antecesor, en especial, en materia energética. El área tampoco escapó al pan y queso con el que la actual coalición gobernante llenó casilleros en el organigrama del Poder Ejecutivo, lo que entorpeció la gestión más veces de lo que la agilizó. Y, en el medio, la pandemia, por supuesto.

Un año y medio después, el país y el mundo son otros. La rápida recuperación de la economía global se traduce en una demanda creciente de energía, con precios que ya reflejaban esa curva en ascenso antes del cisne negro que sacudió las previsiones de este año: la invasión rusa a Ucrania. Como consecuencia de la ofensiva bélica del Kremlin, Europa decidió prescindir del gas ruso, proveedor del 40% de su consumo. La Agencia Internacional de la Energía (AIE) elaboró para la Unión Europea un plan de 10 para recortar esa dependencia del gas ruso que se resume en dos propuestas: no firmar ningún contrato nuevo de abastecimiento y acaparar la mayor cantidad de barcos de GNL disponibles en el planeta.

Esto último disparó los precios del gas licuado. La Argentina ya empieza a sufrirlo. El año pasado, importó 55 buques de GNL, por unos u$s 1200 millones. A fines de marzo, Ieasa, la ex Enarsa, compró ocho buques. Los pagó u$s 755 millones. A ese precio, los 65 que, mínimamente, el país proyectaba para abastecerse durante este año significarán una factura superior a los u$s 6000 millones.

"Para este año, se proyectaban 60 a 65 barcos. No creo que, con el nuevo contexto, esos cargos estén siquiera disponibles en el mercado", advirtió Marcos Bulgheroni, CEO de Pan American Energy Group, durante su participación en la AOG 2022, que se realizó el mes pasado. Hubo sensaciones encontradas en los stands de La Rural. El entusiasmo por la reedición del evento tras el paréntesis forzado de dos años y la efervescencia por los niveles de producción -mes a mes, la actividad de Vaca Muerta crece más del 50% interanual- contrastó con la preocupación que existe por la situación a corto y mediano plazo. Y, también, con la resignación por lo que pudo ser y no fue.

"Procesos como la guerra en Ucrania hacen que la política, la sociedad y la industria reflexiones sobre las prioridades: si nunca iniciamos algo, nunca vamos a terminarlo", planteó Bulgheroni, quien descartó un escenario de precios de la energía a la baja, al menos, en 2022. Dieciocho meses después de las palabras de su tío, retomó el reclamo por la construcción de gasoductos y de la planta para licuar gas. "Para aprovechar el potencial pleno de Vaca Muerta y de otros desarrollos de oil & gas que existen en la Argentina, se necesitan dos condicones: ampliar capacidad de transporte y encontrar mercados externos", aseguró.

A inicios de este año, el Gobierno activó la licitación del Gasoducto Néstor Kirchner, como rebautizó al proyecto que se gestó en el despacho de Iguacel para unir Tratayén, Neuquén, donde está la planta de Transportadora Gas del Sur (TGS) que trata el gas extraído en Vaca Muerta, con la localidad bonaerense de Salliqueló. Ese primer tramo -la segunda fase conectará con San Nicolás-, de 656 kilómetros, tras una inversión de u$s 1600 millones,permitirá evacuar 11 millones de metros cúbicos diarios (24 millones cuando haya compresión). A futuro, será clave en el cierre del anillo que permita exportar gas a Brasil, un mercado potencial de 40 millones de m3/d, según mensuró Bulgheroni.

El CEO de PAE también insistió sobre un viejo sueño de la industria: la planta de GNL. "Es un proyecto de u$s 10.000 millones a u$s 15.000 millones", dimensionó. Para su concreción, propuso que esté a cargo de un consorcio liderado por YPF y en el que participen todos los productores, empresas con experiencia en ese tipo de operaciones y, también, los futuros compradores de ese gas licuado. "Del Gobierno, sólo necesitamos lo de siempre: señales claras", aclaró.

No fue una aclaración menor. En un país como la Argentina, el escepticismo de un CEO está permanentemente puesto a prueba. "Todavía, necesitamos superar varias etapas antes de pensar en grandes cosas que son faraónicas", relativizó Javier Rielo, director general de Total Austral y director general de Cono Sur de la francesa TotalEnergies. "Antes, hay que pensar en cómo garantizar el abastecimiento del invierno que viene", advirtió. No hablaba de los próximos meses: se refería a 2023. "Éste ya está jugado", describió, con crudeza.

"Para todo lo que tenemos que hacer, necesitamos que las cosas sean claras", coincidió con Bulgheroni. ¿Qué son cosas claras? Las reglas de acceso a divisas, por ejemplo. "No sólo para girar dividendos: también, para pagar importaciones. Es muy feo que afuera te exijan un pago anticipado para darte un equipo o que te quieran poner una cláusula por expropiación. O que no te quieran firmar un contrato a cinco años", ejemplificó. Esas cosas, agregó, siempre pueden solucionarse en los escritorios. "Pero, cuando las bajamos al campo, a los ingenieros, son un problema: complican los proyectos. Los atrasan", explicó. "Todos coincidimos en lo que hay que hacer. Pero tenemos que hacerlo paulatinamente, paso a paso", insistió.

Rielo compartió panel con Sean Rooney, CEO de Shell Argentina. Precisamente, a inicios de año, ambas empresas descubrieron yacimientos off-shore de gran potencial en Namibia. De 1000 millones de barriles el proyecto de la angloholandesa (llamado Graff-1) y de 3000 millones el de la francesa (Venus-1). "Si está en Brasil y en África, no hay razón para que ese play no esté en la Argentina", dijo Rielo. "Si existe un play verdadero, tiene todo el potencial de ser otro Vaca Muerta", aseguró Rooney.Su empres es socia del proyecto de exploración de aguas profundas a 400 kilómetros de Mar del Plata, protagonista de un verano caliente por la resistencia de Greenpeace y algunos políticos, como Guillermo Montenegro, el intendente de MDQ.

Pero el desarrollo del off-shore no daría frutos hasta dentro de siete u ocho años, aclaró Ernesto López Anadón, titular del Instituto Argentino del Petróleo y el Gas (IAPG), organizador de la AOG. Con lo cual, el camino más inmediato para acelerar el desarrollo hoy lleva a Vaca Muerta. Una vez allí, la ruta se angosta.

"Todas las restricciones de Vaca Muerta, hoy, pasan por un problema de infraestructura, de evacuación", aseguró Horacio Turri, director ejecutivo de Exploración y Producción de Pampa Energía, empresa que este año producirá 60% más de gas que en 2020. Turri comparó a Vaca Muerta con la Pampa Húmeda de fines del siglo XIX. "En ese momento, se invirtió fuerte para tener un boom exportador de un recurso gigantesco para su demanda interna. Los gasoductos son los ferrocarriles del siglo XXI", aseguró.

"El gasoducto...", sonrió Teófilo Lacroze, presidente de Raízen, la refinadora que comercializa la marca Shell en el país. Antes, Lacroze fue tres años (2015-2018) CEO de la angloholandesa. "Recuerdo otras AOG, en las que en este mismo escenario, hablábamos de las mismas cosas. El gasoducto es algo de lo que hemos hablado mucho. También, del GNL. Todo lo que hablemos ahora se verá, recién, en cinco o 10 años. Necesitamos que las cosas que discutimos se hagan", enfatizó, casi como lamento crónico de la Argentina, esa gran tierra de oportunidades perdidas. La mayoría de las cabezas asintieron en el auditorio. Hombres de números la mayoría, los hicieron: de haberse iniciado las obras a poco de que se empezaron a plantear, esos proyectos hoy estarían muy cerca de ser realidad. En especial, el gasoducto: días antes, en conferencia con inversores, Gustavo Mariani, CEO de Pampa, confió en que, de ponerse los primeros caños en septiembre, el proyecto ya estaría operativo para mayo o junio del año próximo.