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Los beneficios que más pesan hoy no aparecen en los paquetes formales. No tienen presupuesto, no se anuncian en townhalls ni figuran en comunicaciones internas. Pero moldean el clima, la motivación y la decisión de quedarse o irse. Flexibilidad real, micropermisos, autonomía, upgrades de tareas y una cultura que no desgasta: ese es el nuevo paquete “invisible”.
“La administración personal del tiempo es lo más importante para la gente”, explicó Paula Molinari, presidenta de Whalecom y profesora de la Escuela de Negocios de la UTDT. El trabajo deja de ordenar la vida: la lógica va en sentido inverso. De ahí la centralidad de los micropermisos y de la flexibilidad cotidiana para ajustar horarios, resolver trámites o cubrir necesidades familiares sin autorización permanente.
Otro aspecto muy valorado es la posibilidad de tener un aprendizaje continuo. Para una fuerza laboral millennial y centennial, cambiar de tema es casi tan importante como ascender. “Poder hacer hoy una cosa y mañana otra es algo muy atractivo”, señaló Molinari. Esa idea se expresa en los upgrades de tareas: participar en proyectos nuevos, ampliar el alcance o sumar responsabilidades sin un cambio formal de puesto. “Hacer cosas nuevas motiva muchísimo”, coincidió Ezequiel Palacios, director asociado de Glue Executive Search, que agregó que este tipo de estímulos pesa tanto como el salario en muchas búsquedas.
Flexibilidad real
La flexibilidad real no consiste es establecer un modelo de trabajo híbrido, aportó Alejandro Servide, director de Professional, Digital & Enterprise de Randstad para Argentina y Chile. Por el contrario, se trata de un criterio operativo: trabajar desde casa cuando la tarea lo permite, sin pedir permiso cada vez. “Cuando la política depende del jefe deja de ser un beneficio”, advirtió. En cambio, cuando es algo que está instaurado en las políticas de la compañía, se convierte en un atractivo inmediato.
Otro beneficio invisible —y decisivo— es la seguridad psicológica, destacó Molinari. En ese sentido, señaló que hoy se destacan las organizaciones en las que predominan los ambientes donde se puede opinar, plantear desacuerdos o admitir errores sin temor. “Los lugares donde no tenés que ponerte la careta bajan el estrés y mejoran el rendimiento”, resumió. Esto incluye prácticas mínimas que definen el clima: reuniones cortas, mensajes fuera de hora que no llegan, prioridades claras y líderes accesibles. Palacios lo sintetizó así: “A veces un agradecimiento genuino vale más que un bono”.
A ese combo se suma el propósito, no como claim, sino como criterio real para tomar decisiones. “Lo importante es que se sienta que se vive ese propósito y que las decisiones se toman en función de eso”, explicó Molinari. Cuando el propósito queda en la formalidad, las nuevas generaciones lo detectan al instante. “Los millennials y los centennials tienen antenas para las incoherencias”, advirtió.
Alejandro Mascó, socio de Faro HR, reforzó la lectura generacional: “Muchos de los beneficios más importantes no aparecen en un contrato. Las personas valoran ser escuchadas, respetadas, poder equivocarse sin miedo y sentirse parte de algo con sentido”. El especialista sostuvo, además, que los beneficios no pueden ser uniformes: lo que atrae a una población no mueve a otra.