

El cenote abierto Sabak-Há, ubicado en Yucatán, fue escenario de un hito en la exploración subacuática: un grupo de buzos logró descender hasta 120 metros de profundidad, accediendo a lo que se considera la ventana kárstica más profunda de la región, con registros superiores a los 150 metros.
La inmersión constituyó un desafío extremo debido a la presencia de una densa nube de ácido sulfhídrico y a la necesidad de realizar prolongadas paradas de descompresión para minimizar los riesgos fisiológicos asociados.

Sabak-Há, el cenote más profundo de Yucatán
El cenote Sabak-Há se encuentra a unos 2 kilómetros de Yunkú, en el municipio de Sacalum. Su profundidad exacta aún no fue determinada, aunque se estima que alcanza aproximadamente los 150 metros, lo que lo convierte en el cenote con mayor profundidad registrada en el estado.
El agua del cenote muestra un color verde debido a la presencia de materia orgánica en descomposición en la superficie, pero a partir de los 15 metros de profundidad el líquido se vuelve completamente cristalino.
En cuanto a sus dimensiones, el espejo de agua tiene un ancho máximo aproximado de 30 metros y una longitud de 60 metros.
En 2025, una inmersión logró descender hasta los 120 metros, confirmando gran parte de su profundidad estimada.

A qué se debe la gran nube tóxica que los expertos debieron atravesar
A los 70 metros de profundidad, los buzos del cenote se enfrentan a una nube de ácido sulfhídrico (HS), un fenómeno natural que se produce debido a la descomposición de materia orgánica en condiciones de oxígeno limitado.
En estas zonas profundas del cenote, restos de plantas, animales y microorganismos se acumulan y son degradados por bacterias anaeróbicas, liberando HS, un gas más denso que el aire y el agua, que tiende a concentrarse en capas inferiores de la columna de agua, formando así la nube tóxica.
El HS representa un peligro serio: inhalado o absorbido en cantidades significativas puede irritar las vías respiratorias, afectar el sistema nervioso e incluso resultar letal. Además, bajo el agua reduce la visibilidad y puede interferir con el funcionamiento de los equipos de buceo convencionales.
Para protegerse, los buzos emplean equipos de respiración autónomos cerrados (rebreathers o SCUBA especiales) que filtran gases tóxicos y les permiten respirar de manera segura sin depender del oxígeno del agua.
También utilizan trajes completos para limitar el contacto con el agua cargada de HS y planifican inmersiones muy controladas, ascendiendo y descendiendo lentamente, con paradas de seguridad intermedias para eliminar gases residuales del organismo. Asimismo, se restringen los tiempos de exposición, reduciendo el riesgo de intoxicación.
La expedición contó con la participación de Kay Vilchis, Gabriel Bergonzi, Pablo Bayardo, Michel Silva y Manuel Chávez, quienes junto a Erick Sosa consolidaron este hecho histórico.















