El nuevo gobierno de Grecia negó que pretenda patear el tablero y dijo que buscará negociar el pago de la voluminosa deuda con sus acreedores europeos pero sin resignar su soberanía y con la condición de dejar atrás las políticas de austeridad y poner en marcha medidas que permitan reactivar la economía local.

"No queremos un enfrentamiento catastrófico, no queremos ir hacia una destrucción mutua asegurada, pero no continuaremos siendo sumisos", advirtió ayer el premier Alexis Tsipras en su primera reunión de gabinete, en un mensaje a las autoridades europeas que llegarán a Atenas hoy y mañana para interiorizarse sobre los planes del líder del izquierdista Syriza.

En su primera jornada de trabajo convirtió en anuncios sus promesas de campaña, entre ellas la de frenar el proceso de privatizaciones, abolir la reducción de las pensiones, aumentar el salario mínimo a 751 euros, el restablecimiento del acceso universal al sistema público de salud para los griegos sin cobertura y la restauración de los convenios colectivos de trabajo.

Además, dispuso la recontratación de trabajadores del sector público despedidos. Las primeras favorecidas fueron centenares de mujeres encargadas de la limpieza en el ministerio de Finanzas, emblema de la resistencia a los ajustes. En un gesto simbólico se retiraron las vallas que protegían desde hace años el Parlamento contra manifestantes.

El gobierno heleno, que integra Syriza en alianza con Griegos Independientes (derecha) exige la renegociación de la deuda que asciende a 175% del PBI y de las medidas de austeridad que le impusieron sus acreedores a cambio de dos rescates que totalizaron 240.000 millones de euros, cuyo último tramo debería recibir el país en febrero. La política de ajuste de los últimos cinco años empobreció a los griegos y llevó el desempleo al 25%, el más alto de Europa.

El primer ministro dijo ayer que liderará "un gobierno de salvación nacional" y que está dispuesto a luchar "hasta la sangre para recuperar la dignidad de los griegos".

En el mismo sentido, el ministro de Finanzas, Yanis Varoufakis, señaló que "no habrá ningún duelo, ni habrá amenazas" en las negociaciones que se abrirán con Bruselas, y pidió un "New Deal paneuropeo" para salir de "una crisis que se retroalimenta", en una rueda de prensa en la que se lo vio relajado. Varoufakis dijo que el dinero que aportaron a Grecia los europeos cayó en "un agujero negro".

Hoy llegará a Atenas el presidente del Parlamento Europeo, Martin Schulz, y mañana lo hará el jefe de los ministros de Finanzas de la Eurozona, Jeroen Dijsselbloem, quién fue muy crítico con las intenciones de Tsipras de abandonar los compromisos con los acreedores.

Los líderes europeos fluctúan estos días entre las advertencias a Tsipras de no salirse de la hoja de ruta y el desconcierto ante sus pronunciamientos, aunque todos reconocieron al nuevo premier emergido de las urnas.

El comisario europeo de Asuntos Económicos, Pierre Moscovici, excluyó ayer una "ruptura" con Grecia, mientras Sigmar Gabriel, ministro de Economía de Alemania instó al nuevo gobierno a ser "justo con la gente de Alemania y Europa que ayudaron" con los paquetes de rescate.

Los mercados en cambio reaccionaron al unísono. La bolsa de Atenas cayó ayer más de 9%, tras conocerse los anuncios, entre los cuales la cancelación de la prevista privatización del puerto del Pireo y la empresa pública de electricidad.

Numerosos ahorristas, por su parte, fueron a los bancos a buscar sus depósitos por temor a un corralito

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