El camino para conocer quién será el próximo presidente de los Estados Unidos,Donald Trump o Joe Biden, podría ser más lento de lo habitual en estas elecciones.
Si se cumple lo que vaticinan los sondeos, Biden debería llevarse la victoria. El escenario más fácil sería que el demócrata obtuviera rápidamente los 270 votos del Colegio Electoral que necesita, sin necesidad de que se conozcan los resultados de todos los estados, en particular aquellos que están más reñidos, los llamados 'swing states'.
En una circunstancia de este tipo, a Trump no le quedaría a priori otra opción que reconocer su derrota y llamar a Biden para felicitarlo, como han hecho durante la historia del país todos los perdedores antes de que el vencedor pregonara públicamente su victoria. Sin embargo, es ingenuo creer que Trump no peleará los resultados, especialmente si los números en algunos estados clave se demoran o no son tan claros como cabría esperar.
Pero también cabe otro escenario posible: la reelección de Trump. El magnate reconvertido en político ya dio la campanada en 2016 contra todo pronóstico y arrebató una victoria que la demócrata Hillary Clinton ya prácticamente acariciaba con los dedos. Entonces, los sondeos daban a la antigua secretaria de Estado menos ventaja de la que dispone ahora Biden, si bien cabe recordar que terminó ganando el voto popular y si Trump es presidente fue porque logró la cifra mágica de los 270 votos en el Colegio Electoral.
Especialmente con el récord del voto por correo y anticipado que, probablemente, demore el conteo en algunos estados. Casi 100 millones de personas han votado por adelantado, un dato que representa el 72,3% de los que votaron en 2016.
El factor del voto por correo y adelantado
En general, se da por hecho que buena parte de los millones de estadounidenses que ya han depositado su voto han apoyado a Biden. El problema es que en muchos estados no se puede iniciar el escrutinio hasta la misma jornada electoral y en otros el voto por correo se admite hasta varios días después del 3 de noviembre.
Así, cabe la posibilidad de que aunque en algunos estados en las primeras horas el color que se muestre sea el rojo de los republicanos, se produzca un cambio al azul de los demócratas a medida que empiecen a computarse los votos por correo y por adelantado o viceversa. Igualmente, el resultado podría demorarse algunos días.
Precisamente, la posibilidad de resultados ajustados en algunos estados, como ocurrió en 2000 en Florida, y las declaraciones de Trump poniendo en tela de juicio el voto por correo y planteando un posible fraude, hacen temer que el republicano emprenda una batalla legal para impugnar el resultado que arrojen las urnas que se prolongue durante semanas o incluso meses.
En este caso, el problema radica en que la Constitución estadounidense estipula claramente que el mandato del presidente arranca el 20 de enero. Pero para que esto sea posible, hay que cumplir con una serie de pasos previos. Según la legislación, los estados tienen que haber dirimido cualquier eventual controversia o problema con el resultado antes del 8 de diciembre ya que el Colegio Electoral se reunirá el 14 de diciembre –en realidad lo hacen los compromisarios en cada estado– para emitir su voto.
En las elecciones de 2000, no se agotó el plazo y la Corte Suprema dio la victoria a George W. Bush por 537 votos sobre Al Gore en Florida y con ello la mayoría en el Colegio Electoral antes de la fecha prevista. Pero, ¿qué ocurriría si aún hubiera algún litigio pendiente en algún estado?
Posibilidad de nuevas protestas sociales
Del comportamiento que tenga el presidente a partir de la noche electoral, del mensaje que lance a sus seguidores, también dependerá que se materialice o no otro peligro que planea sobre Estados Unidos en estas elecciones: la probabilidad real de un estallido de violencia política.
En estos cuatro años, gracias a sus cataratas de tuits, sus críticas a la prensa y de mensajes incendiarios, Trump ha contribuido a crear un clima polarización que algunos expertos sostienen que el país no había vivido desde los años 1960, en plena reivindicación de los derechos civiles.
A la pandemia, con sus consiguientes restricciones y algunas protestas por quienes ponen en tela de juicio la peligrosidad del "virus chino" como lo ha bautizado Trump, se han sumado multitudinarias manifestaciones en todo el país en torno al movimiento Black Lives Matter. Esto ha ofrecido unas condiciones óptimas para que numerosos movimientos y grupos de extrema-derecha, e incluso milicias armadas, cobren empuje, alentados en ocasiones por el propio presidente.
Así pues, tras la invitación de Trump a "vigilar" la jornada electoral y dado que la tenencia de armas está permitida en muchos estados en los colegios electorales, se teme que pueda haber casos de intimidación a los votantes. Pero el principal miedo es que, de no estar claro el resultado o no reconocer Trump su derrota, algunos de estos grupos puedan echarse a las calles y desatar la violencia, algo nunca visto en la historia del país.