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Un equipo de investigadores de la Universidad del Sur de Florida encontró en Sicilia las evidencias más antiguas del consumo de carne de caballo en el Mediterráneo central.
El descubrimiento, publicado en la revista científica PLoS ONE, se realizó en el monte Polizzello, un sitio arqueológico clave de la Edad del Bronce.
Los científicos analizaron fragmentos de cerámica y detectaron albúmina sérica equina, una proteína exclusiva de los caballos. Este rastro químico apareció en varias vasijas, entre ellas una palangana de pedestal que pudo haber sido usada en rituales o banquetes comunitarios.
El caballo llegó antes de lo que se pensaba
Hasta ahora, se creía que los équidos habían llegado a Sicilia recién en el primer milenio antes de Cristo. Pero este nuevo estudio ubica su presencia mil años antes, en el tercer milenio a. C. El hallazgo obliga a revisar las teorías sobre la domesticación del caballo en Europa y su incorporación en la vida cotidiana de las comunidades isleñas.
Tecnología que reescribe la historia
Los investigadores aplicaron técnicas avanzadas de análisis proteómico y lipidómico, que permiten identificar proteínas y grasas animales en cerámica antigua. Estas herramientas, que no existían cuando se excavó el sitio en 2005, confirmaron que los habitantes de Polizzello cocinaban carne de caballo.
Junto a las vasijas, también apareció un falo de terracota, lo que sugiere que los rituales de fertilidad podrían haber incluido el consumo de carne equina como parte simbólica del evento.
Más que transporte: impacto cultural y económico
El caballo no solo transformó la movilidad y la guerra. También influyó en la agricultura, la economía y las creencias religiosas. El estudio sugiere que los équidos fueron parte de la dieta y de ceremonias colectivas, posiblemente acompañadas por cantos, danzas y oraciones.
Este tipo de banquetes refuerza la idea de que el caballo tenía un rol simbólico en la vida social de estas comunidades, más allá de su utilidad práctica.
Una pieza clave en el rompecabezas mediterráneo
Para el arqueólogo Davide Tanasi, líder del estudio, el hallazgo representa "la pieza que faltaba" para entender cómo se difundió el caballo en la cuenca mediterránea. La evidencia en Polizzello no es un caso aislado, sino un punto de inflexión que cambia la narrativa sobre la relación entre humanos y équidos en la Antigüedad.