En notas publicadas por El Cronista el 20 de abril y el 1º de septiembre de 2004 se abordaron dos temas que considero fundamentales para analizar e interpretar la actual situación económica de la Argentina y el proceso que permitió, en apenas tres años, dejar atrás un modelo económico que generó en diciembre de 2001 una de las peores crisis políticas, sociales y económicas de nuestra historia, y encarar un período que ya lleva 38 meses ininterrumpidos de crecimiento.

En el primer artículo, el diario compara la evolución del Producto Bruto Interno en 10 países que tuvieron que enfrentar devaluaciones de su moneda y demuestra que la evolución de la Argentina, tomando ese período, ya es récord a nivel mundial con un crecimiento del 8,4 %, seguida por Corea y Rusia con el 7,2, más atrás Turquía, Méjico, Malasia, Tailandia, Ecuador y finalmente Brasil, que registró sólo un 2,7 % de aumento del PBI en los tres años posteriores a ese hecho. También destaca que mientras que en los otros países el crecimiento se desaceleró fuertemente en el tercer año posterior a la devaluación, “eso en la Argentina por el momento no se vislumbra .

En la nota del 1 de septiembre de 2004, se hace referencia a un informe del Banco Central de la República Argentina que determina que a diferencia de las crisis bancarias que sufrieron Méjico, Venezuela, Turquía, Tailandia, Corea, Ecuador e Indonesia en la década del 90, donde el costo fiscal promedio sobre el PBI fue del 31%, la última crisis bancaria argentina costó sólo el 11,4 %. Además precisó el documento que mientras en los demás países el Fondo Monetario Internacional hizo un aporte neto de fondos, a la Argentina no sólo no la asistió a pesar de la magnitud de la crisis, sino que hizo más oneroso el esfuerzo fiscal, pues “cobró un neto de 1.600 millones de dólares que había prestado en la década pasada cuando inflaba con créditos y elogios el globo de la convertibilidad .

Estos datos son de por sí relevantes, pero se vuelven más sorprendentes si se analiza que la crisis argentina se dio en un contexto inédito por su gravedad, debido a la cantidad de factores negativos que convergieron en ella y que ninguno de los países padeció y que no conocía antecedentes internacionales hasta la fecha.

En diciembre de 2001, luego de haber perdido durante el año el 22 % de los depósitos y el 45 % de las reservas, se produjo el colapso del sistema financiero con indisponibilidad de los depósitos y se decretaba el default más importante del mundo. Socialmente se desarrollaban los desgraciados acontecimientos del 19 y 20 de diciembre. Se produjeron más de 100 “asambleas populares solamente en la Capital Federal, y desde el plano político, una crisis institucional sin precedentes en nuestra historia, que consumió 5 presidentes en un lapso de 10 días.

Además, como si esto fuera poco, en el marco internacional, con el cambio de autoridades en Estados Unidos, éramos utilizados como chivos expiatorios y se nos aplicaba la política del riesgo moral, restándonos la asistencia financiera imprescindible para enfrentar crisis de esta magnitud y, planteándonos simultáneamente exigencias inaplicables para la situación que atravesábamos.

Todo esto demuestra que cuando la Argentina aplica políticas económicas correctas y libera su fuerza productiva puede recuperarse causando el asombro y reconocimiento hasta de los mismos organismos que la cuestionaban.

Por otra parte, debe tenerse en cuenta la actual crisis en Ecuador, país que creyó en recetas mágicas, dolarizando su economía y generando así la situación que hoy padece. En la Argentina fueron muchos los que ante la profunda crisis de diciembre de 2001 planteaban las mismas recetas que le recomendaron a Ecuador.

Afortunadamente, la Argentina las desestimó y decidió optar por una economía normal, recuperando nuestro signo monetario y con él, el manejo soberano de la política económica. Así vimos el resultado de creer en la producción y el trabajo de nuestra gente como el camino genuino para salir de la crisis. Es mucho lo que queda por hacer pero no cabe duda que el camino elegido es el correcto. Para comprenderlo sería bueno imaginarse dónde estaríamos hoy de haber adoptado esos consejos.