La Argentina ha superado, a fines de 2008, a la República de Chile en penetración de internet medida como porcentaje de usuarios sobre la población total, quedando así en el primer lugar de Latinoamérica y Caribe (LAC) para este indicador. Asimismo nuestro país está también en el primer lugar en la Región LAC si lo que se mide conexiones de banda ancha sobre habitantes o en hogares.
La Ciudad de Buenos Aires, dado su perfil socioeconómico y la oferta altamente competitiva de servicios, tiene la mayor penetración del país: un 77,9% de los porteños es usuario de internet. A CABA le sigue la Provincia de San Luis, que con sus políticas y programas de inclusión digital ha alcanzado a un 67,3% de su población. Las provincias patagónicas, Buenos Aires, Mendoza, Córdoba y La Pampa tienen porcentajes de utilización de internet de más de un 50 y hasta un 65% de su población, mientras en el resto del país este indicador desciende a un 25% en promedio.
Estos valores se han alcanzado luego de más de 5 años de fuerte crecimiento e inversiones del sector, y de una demanda sostenida de los productos y beneficios de la comunicación y conectividad por parte de los ciudadanos. En una nueva etapa, de la mano de la convergencia, de nuevas aplicaciones y contenidos útiles, masivos, y con dispositivos móviles más potentes y económicos (Smartphone, celulares 3G, notebooks y netbooks) la Argentina puede, con independencia de la situación económica, seguir creciendo en inclusión digital.
La gente quiere convergencia, usa convergencia, es convergente. Como bien lo explica Henry Jenkins (en su libro Cultura de la convergencia) la convergencia está en las mentes y sobre todo y de modo creciente en las mentes de los jóvenes, de los ‘nativos digitales’, de los usuarios de las nuevas tecnologías. La convergencia está también hoy, en los dispositivos de acceso, las computadoras fijas o portátiles, los celulares y por supuesto los teléfonos inteligentes, que le permiten a cualquier persona disponer en el lugar, horario y formato preferido, de comunicación, información y de herramientas para el manejo de la misma de modo convergente. También permiten estas herramientas, la socialización y el entretenimiento. Permiten reducir la brecha, incluir tanto social como económicamente a quienes hasta ahora no tuvieron acceso a las tecnologías.
Una oferta integrada de servicios ampliados permitirá que, al igual que en los países desarrollados, más usuarios disfruten de los beneficios de las nuevas tecnologías.
Las normas no deben ir hacia atrás, hacia el pasado. Las normas deben alinearse con las nuevas realidades de las TIC y la Sociedad del Conocimiento, facilitando y promoviendo la libertad de los usuarios, la diversidad de productos y servicios, la calidad y la accesibilidad económica. La inclusión digital hoy va de la mano de las nuevas tecnologías y de dos tendencias muy marcadas, la convergencia y la movilidad.