

En el mes de septiembre, el déficit comercial de los EE.UU. alcanzó un récord histórico de 66.100 millones de dólares. De este modo, la brecha superó el récord anterior de 60.400 millones alcanzado en febrero del 2005. En el mismo mes, el ingreso neto de capitales hacia activos estadounidenses trepó a 101.900 millones de dólares y se convirtió en el nivel más alto de capitales que ingresaron a EE.UU. de los que se tiene registro (1854 en adelante). Ese flujo de capitales es más que suficiente para cubrir el déficit comercial récord de septiembre. La diferencia en más es casi 40.000 millones de dólares.
En septiembre también, ese flujo récord de capitales provenientes del exterior se orientó hacia la compra de bonos de empresas radicadas en los EE.UU. (‘bonos corporativos’) por un total de 48.900 millones de dólares. Así, la mayor parte del flujo de capitales que ingresó a EE.UU. no se orientó a la compra de bonos del Tesoro, como es la práctica de los bancos centrales del mundo entero y, en primer lugar, de los asiáticos, sino hacia activos privados (títulos y bonos) de empresas de ese país.
En el tercer trimestre de este año, la economía estadounidense creció por encima de todas la previsiones; de julio a setiembre, el PBI se incrementó a una tasa anual de 4.3%. La primera estimación del Departamento de Comercio lo había situado en 3,8%. Esto implica que la mayor economía del mundo creció 1 punto porcentual más que en el segundo trimestre de este año.
A pesar de este alto nivel de expansión del producto, el índice estructural de inflación (core inflation), excluyendo los precios volátiles de energía y alimentos, sólo aumentó 1.2% en el año; es la menor tasa de inflación subyacente en más de dos años. Todo esto cuando el precio del petróleo adquiría niveles récord, al menos desde el segundo shock petrolero del 79-81.
El impulso fundamental del crecimiento de la economía norteamericana proviene del gasto de los consumidores, que aumentó 4.2% y del empresarial, que lo hizo a un ritmo del 8,8%, excediendo significativamente la primera estimación de 6,2%.
El sustento de esta expansión es de carácter estructural; reside en el incremento récord de la productividad no agrícola, que ascendió en el tercer trimestre a 4,7%. Si se le suma la productividad agrícola, el incremento conjunto de la productividad norteamericana, está en el orden del 5.2% anual, tres veces por encima de la europea y dos veces y media de la japonesa.
El capitalismo norteamericano, en suma, se expande estructuralmente por el lado de la oferta, es decir de la inversión y de la productividad.
“El auge del déficit de cuenta corriente de EE.UU. –dice Alan Greenspan en su última exposición ante el Congreso norteamericano–, y de la habilidad del país para financiarlo, parece coincidir con una pronunciada nueva fase de la globalización que ha emergido en la década pasada (de los 90); esta nueva fase se caracteriza por una aceleración del crecimiento de la productividad, y por la declinación de lo que los economistas llaman ‘Home Bias’, la tendencia parroquial a invertir los ahorros domésticos en el propio país .
Agrega más adelante Greenspan, en su informe final tras haber ejercido durante 18 años la presidencia de la Reserva Federal: “El producto por hora del sector no agrícola de la economía estadounidense ha crecido a una tasa del 3% anual en los últimos 10 años, comparada con sólo 1.6% durante los 25 años previos. Esta aceleración refleja la sinergia de la revolución de las computadoras, de las telecomunicaciones y de las redes tecnológicas que, aunque aplicadas en el mundo entero, tienen un impacto particularmente pronunciado en la economía de los EE.UU. Las grandes tasas de crecimiento de la productividad norteamericana, comparadas con las todavía reducidas del exterior, han engendrado diferencias comparables en las tasas esperables de retorno ajustadas por el riesgo y, por lo tanto, de la demanda de inversiones en los activos radicados en EE.UU. .
Greenspan señala, en síntesis, que el rasgo fundamental de esta actual “nueva fase de la globalización a la que asiste el mundo, es el salto estructural de la productividad estadounidense. Es este aumento de tipo cualitativo el que, al aumentar la tasa de crecimiento potencial de largo plazo, sobre la base de una mayor tasa de retorno, multiplica las oportunidades de inversión y, de esa manera, arrastra todavía con mayor fuerza el flujo de capitales del mundo entero que se dirigen hacia EE.UU. Este es, tal como lo indica Greenspan, el rasgo fundamental de la actual fase de la globalización, tras 30 años de haber emergido en el mundo capitalista. Este rasgo fundamental, al sumarse a la ampliación del mercado mundial por la incorporación en gran escala de la fuerza de trabajo del Asia/China/India, crea las bases de lo que no es sólo un nuevo paradigma productivo, sino, más allá de ello, de una nueva onda larga de expansión del sistema capitalista mundial, que sería la cuarta de la historia del capitalismo.










