Para quienes busquen tendencias interesantes en el mercado a las que aferrarse en medio de las recientes convulsiones, vender euros puede estar entre lo mejor que es posible esperar.

La actual preocupación por la unidad que respalda a la moneda única contribuyó ayer a que alcanzara el nivel más bajo en cuatro años contra el dólar, a u$s 1,2235, lo que implica una declinación de más de 14% este año.

En el mercado reina una sensación de capitulación. Las apuestas contra el euro, como quedó patente en los contratos a futuro, alcanzaron niveles récord. Algunos analistas revisaron a la baja sus previsiones, hasta el punto de que uno de ellos, el BNP Paribas, llegó a predecir que ambas monedas volverán a estar a la par a principios del próximo año.

La fuerza de este pensamiento en un único sentido ha llevado a los más cautelosos a debatir sobre los métodos que pueden frenar la tendencia. En realidad, eso implica asumir el riesgo de una intervención oficial.

Ayer, el presidente del eurogrupo, Jean-Claude Juncker, manifestó abiertamente su preocupación por la rapidez del desplome del euro. En marzo, Juncker amenazó con sacar las “herramientas de tortura y utilizarlas con los que apostaban contra Grecia.

Para los mercados, el sentido de la intervención es ahuyentar a los especuladores, aunque por ahora no parece que se vaya a utilizar la cámara oficial de tortura.

Más importante es la base económica; un euro más débil, suponiendo que la caída no sea desordenada, fomentará las exportaciones, aliviando las dificultades de la austeridad fiscal.

EE.UU., donde más cayó el euro, es el segundo socio comercial de la región. Además, la intervención es costosa y no suele funcionar durante mucho tiempo, algo que el Banco Central Europeo tiene claro, ya que en 2000 intentó en vano detener la caída del euro.

Los políticos europeos han comenzado a aplicar medidas de la talla que esperaban los mercados. Aunque hay quien lamente la declinación del euro, o incluso amenace con torturar a quien se atreva a apostar contra este, la caída sostenida es una tendencia que debería aceptarse.