Cuando en 2001 el ex presidente Bill Clinton estableció sus oficinas en Harlem, el área de Manhattan que sigue siendo el hogar espiritual de los estadounidenses de origen africano, la decisión fue bien recibida por los residentes, que lo consideraron una confirmación del resurgimiento del barrio.
Dos años después, Harlem todavía está buscando el equilibrio entre las demandas de preservar la esencia de una de las áreas urbanas más características de Estados Unidos y las realidades de un barrio que sube rápidamente en la escala social.
Clinton respaldó un programa que intenta hallar ese equilibrio y puede convertirse en modelo para otros proyectos de renovación urbana. “Harlem es única por su música, sus iglesias y sus pequeños negocios. Yo quiero que el lugar conserve su carácter , señaló el ex presidente.
Muchos de los pequeños negocios de Harlem han sobrevivido gracias a una combinación de coraje y trabajo duro, pero no necesariamente contando con buenas prácticas empresariales. Ahora, la oficina de Clinton se conectó con la consultora Booz Allen para contribuir a enseñarle a los comerciantes locales a usar computadoras, gestión de inventario y publicidad.
Booz Allen descubrió que alrededor de 80% de los pequeños comerciantes de Harlem no tenían contrato de alquiler sino que rentaban mes a mes, con la amenaza de desalojo sobre sus cabezas, y está ayudando a resolver este problema. Pero dirigentes comunitarios han dicho que para lograr que el barrio recupere la vitalidad de hace 70 años, cuando Duke Ellington y Langston Hughes lideraron una explosión cultural, es preciso que se conserve el ambiente local. Y eso depende, en gran medida, de que la recuperación no lleve los alquileres a las nubes.