El próximo 24 de febrero tendrá lugar la sesión plenaria de clausura del Foro Internacional sobre el Nexo entre Políticas y Ciencias Sociales organizado por Unesco, donde se presentará un “diagnóstico sobre los desafíos contemporáneos en lo que se refiere a los vínculos entre las ciencias sociales y la formulación de políticas .
La intención es destacable: se podrían implementar políticas más sensatas si se tomaran en cuenta las enseñanzas que pueden brindar las ciencias sociales. El problema está en éstas últimas, ya que las ‘ciencias sociales’ que predominan en los organismos internacionales, o en la atención de sus funcionarios, no son muy sólidas.
Veamos un caso al que hace referencia esta misma reunión. En los considerandos de la declaración se cita la Declaración de la Cumbre Mundial de 1995 sobre Desarrollo Social, la Declaración del Milenio (Naciones Unidas) y una serie de informes de alto nivel sobre desarrollo humano e igualdad elaborados por varios organismos de Naciones Unidas y por la Comisión Mundial sobre la Dimensión Social de la Globalización.
Las Naciones Unidas, y en particular esta última comisión mundial abogan por una “globalización equitativa .
Esa definición es típica de un organismo internacional, donde se busca alcanzar acuerdos utilizando un lenguaje aceptado por todos, que signifique todo para todos, o tal vez nada. Ya que la palabra “equitativa relacionada a la globalización puede ser interpretada tanto por un liberal como el respeto igualitario a los derechos individuales en todo el mundo (derecho de propiedad, libertad de expresión, de movilidad, etcétera), como por un socialdemócrata que lo ve como la necesidad de implementar una redistribución masiva de ingresos a escala global.
Pero esas son las visiones de distintas ‘filosofías políticas’. ¿Podrían las ciencias sociales sacarnos de ese atolladero presentando una solución científica al dilema? Al menos desde la ciencia económica existe un concepto que es utilizado para fundamentar la segunda posición: los bienes públicos.
Durante el siglo XX, a partir de trabajos desarrollados por Paul Samuelson, se extendió el uso de este concepto como una justificación para el papel del Estado: éste produciría estos bienes que el mercado ‘fracasaría’ en proveer espontáneamente. Inicialmente Samuelson incluía en su lista algunos como la defensa, seguridad, la provisión de justicia... o de faros, argumentando que el mercado sería incapaz de proveerlos por la conducta de los free riders, o usuarios gratuitos, quienes se beneficiarían con esos servicios pero eludirían su pago si éste fuera voluntario como es en el mercado.
Este concepto predomina actualmente en toda justificación teórica de alguna política pública, pero ahora se ha globalizado y es así como algunos académicos y, por supuesto, los funcionarios de las Naciones Unidas, han extendido el concepto hacia los ‘bienes públicos globales’, que el mercado también fracasaría en proveer y lo serían por un ‘gobierno mundial’ o su más cercano equivalente, la ONU.
En un libro publicado por el PNUD (Kaul, Grunberg & Stern, Global Public Goods, New York, 1999) distintos autores incrementan la cantidad de bienes públicos globales para incluir, por supuesto, la equidad. En un capítulo a cargo de Ethan Kapstein, ahora en Insead, el profesor de “desarrollo sustentable sostiene que “la justicia distributiva es un bien público internacional . Esta es la ‘ciencia social’ por detrás de la interpretación distribucionista de la “globalización equitativa .
Pero, ¿en qué sentido puede decirse que una cierta distribución de ingresos es un “bien público ? No podemos decir que el mercado “fracasa en proveer distribución, todo lo contrario, distribuye según aquella máxima que planteara el filósofo Robert Nozick: “de cada uno según su elección, a cada uno según sea elegido , por los demás, por los clientes. Puede ser que el mercado no provea el tipo de distribución que desearía Kapstein o el funcionario del PNUD, quienes en tal caso deberían explicar porqué una redistribución sería superior.
Puede que tengan argumentos para ello, pero ya no serán ciencia, serán preferencias políticas que son muy atendibles, por supuesto, y todos las tenemos. Quiere decir que este intento de encontrar una justificación científica para la equidad global no tiene tal sustento. ¿Encontrará esta conferencia algún otro?