El aumento de la inversión en el sector industrial y la mejoría adicional que experimentaron los precios de las materias primas que exporta la Argentina fueron factores clave para que el crecimiento, superior a 8%, no genere efectos colaterales negativos en el sector externo. Esto es lo que ocurrió en 2006 e incluso podría extrapolarse a 2007. Ahora bien, si hay un aspecto al que habrá que prestarle creciente atención es el de los precios relativos: según algunos cálculos, hay mucho margen para corregir todavía ya que, desde la devaluación, el tipo de cambio subió 207% y los precios al consumidor sólo 90%. Sin embargo, la brecha entre los precios mayoristas y los minoristas es bastante menor que aquella, siendo que refleja con más precisión los incentivos a producir bienes con destino al mercado mundial o al interno. ¿Puede haber alguna turbulencia vinculada con precios relativos? Nadie puede saberlo, pero mientras el costo de vida tenga menor presión alcista, más se podrá extender el horizonte. En ese sentido, una pauta salarial de 14% para 2007 y una política fiscal demasiado expansiva no serían neutrales para precios relativos relevantes.
Tomando como base 2001, la economía argentina acumula una recuperación de 22,6% del PIB. El cambio de los precios relativos es un factor explicativo clave de la recuperación, pero con dos salvedades: a) no todos los sectores presuntamente beneficiados han respondido con similar empuje; b) una buena parte de la incidencia positiva se dio a través de la baja tasa de interés en pesos, que es un excelente lubricante para mantener en movimiento a una economía, pero que a mediano plazo produce efectos diferentes a los del tipo de cambio elevado.
La suba del tipo de cambio, de 207% entre 2001 y 2006, impactó en los precios implícitos del PIB, que subieron 89,1% en el período. Observando la respuesta por el lado de la producción, se encuentran sectores con buena reacción. Así, la industria manufacturera, cuyos precios implícitos subieron 35 puntos porcentuales más que el promedio, registró un aumento de su valor agregado de casi 33% entre 2001 y 2006, exactamente 10 puntos por encima del crecimiento promedio del PIB.
Pero no todos replican el comportamiento de la industria. Así, el sector de “minas y canteras , dónde se computan los hidrocarburos, anotó una suba de precios de 347 puntos porcentuales por encima del promedio, pero la cantidad producida perdió mucho terreno respecto del PIB, con una brecha negativa de 21,4 puntos porcentuales. Con Agricultura y Ganadería sucede algo parecido: los precios aumentaron 165 puntos por encima del promedio, mientras que el PIB sectorial subió 5,7 puntos menos que el conjunto.
En la otra punta también hay asimetrías: justamente los sectores que más se han expandido entre 2001 y 2006 (Construcciones y Comunicaciones/Transporte/Almacenamiento) están vinculados al mercado interno y muy poco a la exportación.
En el caso de Construcciones, de todos modos, el cambio de precios relativos influyó por diversas vías: a) la dolarización de los activos financieros de los argentinos le dio oxígeno inicial a la demanda, b) la baja tasa de interés en pesos, que volcó ahorros al sector por el bajo costo de oportunidad, c) la creciente incidencia de la demanda turística en proyectos constructivos.
Es evidente que la política oficial (intervenciones del Central mediante) aspira a extender en el tiempo todo lo que se posible este escenario. El problema está en que, una vez que el mercado perciba que el “colchón cambiario está a punto de agotarse, la tasa de interés subirá y el manejo de las variables financieras se hará más complicado.
Obsérvese el caso de Brasil. Pese a que su moneda se apreció sustancialmente frente al dólar, los precios mayoristas mantienen una brecha contra los precios minoristas del orden de 60%, tomando como referencia el año 1997. Esto se debe a que, por un lado, los aumentos de precios internacionales se trasladaron a pleno al interior de la economía (no se aplicaron retenciones) y, por el otro, la sobredosis monetaria mantuvo aplacados por demás a los precios minoristas. En cambio, la Argentina, que en teoría devaluó más, registra una brecha entre precios mayoristas y minoristas del orden de 40%, tomando como referencia el mismo año que se utilizó para Brasil. El tema es que, si se continúa dificultando por diversos mecanismos el traspaso de los aumentos de precios internacionales a los mayoristas locales y el IPC sigue creciendo a 10% anual, entonces aquel margen se angostará a ritmo acelerado.
En realidad, con 11.000 millones de dólares de saldo comercial alguien puede argumentar que esta no debería ser una preocupación. Pero hay que ver algunos datos: la suba de precios de materias primas explica un 30% del superávit del año (y no debería abusarse del factor suerte), al tiempo que las exportaciones de petróleo siguen cayendo en volumen año a año, ahora a un ritmo del 16% interanual. Para evitar sorpresas, el objetivo debería ser estabilizar la relación entre precios mayoristas y minoristas. Pero hacerlo con mecanismos genuinos.