Luego de la reunión de Puebla, está claro que el ALCA corre peligro de fracasar en lograr su objetivo: la integración económica del continente americano. Las tensiones giraron en torno a la posición aparentemente irreducible de los EE.UU. y el Mercosur en materia de subsidios a la agricultura. Para el comercio intrarregional, el Mercosur propone eliminar los subsidios a las exportaciones y, además, que los daños ocasionados por los subsidios presupuestarios internos y a las exportaciones extrarregionales sean compensados. ¿Tiene razón el Mercosur en mantener esta posición inflexible? ¿Son los beneficios dinámicos, de mantener esta posición, superiores a los costos? El siguiente análisis indica que la respuesta a la primera pregunta es afirmativa, y a la segunda, negativa.

Respecto a la primera pregunta, vale recordar que la firma del Acuerdo sobre la Agricultura (AA) de la Rueda Uruguay fue un beso de muerte para el desarrollo económico de la Argentina, Brasil y Uruguay. Estos son los tres países que en el mundo tienen las ventajas comparativas más claras en productos agropecuarios y agroindustriales: según los productos, los otros países están uno o varios escalones por debajo, y sólo pueden competir con subsidios. En materia de exportaciones, el AA le permite a EE.UU. y a Canadá otorgar subsidios por hasta un monto equivalente a u$s 600 y u$s 400 millones anuales, respectivamente. Si bien estos países no han usado todo el derecho autorizado, cuando subsidian las exportaciones, los valores involucrados son económicamente absurdos. Por ejemplo, la OECD ha documentado tasas de subsidios a las exportaciones de algunos productos por parte de EE.UU. y Canadá de hasta 129% y 83%, respectivamente. Dudo que haya un país en desarrollo que hoy en día continúe protegiendo su mercado interno con estos niveles de irracionalidad. A estas tasas absurdas, hay que agregarle los subsidios financieros para los cuales ni siquiera existe un tope acordado multilateralmente. Por ejemplo, se ha estimado que los subsidios a las exportaciones le han permitido a EE.UU. vender a precios de dumping (por debajo de los costos de producción), que llegan a 40% para el trigo, 30% para el maíz, 30% para soja y 57% para algodón, entre otros. Por lo tanto, no cabe ninguna duda de que la firmeza con que el Mercosur negocia en esta materia está apoyada por sanos principios económicos. Firmar un ALCA sin un disciplinamiento mayor al ahora establecido en el AA para los subsidios agrícolas, no tiene sentido.

Sin embargo, las posiciones de otros países de América Latina que participan en estas negociaciones, no apoyan al Mercosur. Por ejemplo, a favor de la actual agenda fijada por EE.UU., están países que ya han firmado o están prontos a firmar acuerdos de libre comercio (ALC), incluyendo México, Chile, Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua, Costa Rica, Panamá, Colombia, Ecuador y Perú. ¿Qué impactos tendrán estos ALC sobre el Mercosur? Respecto al comercio agrícola cabe recordar que en los acuerdos ya firmados por EE.UU. con México, Chile y Centroamérica, incluyen la eliminación prácticamente total de las barreras al comercio agrícola intrarregional. Por lo tanto, se están generando preferencias a favor de los agricultores de EE.UU. y en contra de los del Mercosur, con los cuales compiten. Si los ALC que firmen otros países de la región con EE.UU. incluyen estos mismos beneficios, está claro que el Mercosur perderá muchos de estos mercados que durante los últimos 15 años han representado un destino muy dinámico para sus exportaciones. Por eso esta realidad debe ser incluida como un costo adicional de no firmar el ALCA.

Puede decirse que el Mercosur está atrapado. No puede firmar el ALCA sin un mayor disciplinamiento de los subsidios agrícolas y por otra parte si no lo firma, deberá atenerse a las consecuencias de perder exportaciones agropecuarias y agroindustriales a los otros países del continente americano. ¿Qué hacer? EE.UU. no va a disciplinar los subsidios de la forma ambiciosa que propone el Mercosur y menos en un año de elecciones presidenciales. Ante esta situación considero urgente que la dirigencia del sector público y privado genere más información sobre los posibles impactos del ALCA. Por ejemplo, además de los subsidios, hay otros temas de tensión que también podrían disminuir los beneficios de este acuerdo incluyendo los objetivos de EE.UU. en materia de propiedad intelectual y compras gubernamentales. En lo que parece ser la información pública disponible, un trabajo titulado Oportunidades y Amenazas del ALCA para la Argentina: Un Estudio de Impacto Sectorial, publicado por la Cancillería, éstos y otros temas no están tratados.

Por otra parte, con independencia de cómo se resuelva el tema de los subsidios, también hay argumentos micro y macroeconómicos para sostener que el ALCA traerá beneficios. Tomando todo en cuenta, ¿cuál es el escenario más probable respecto a los posibles impactos del ALCA? A pocos meses de que se venza el plazo para comenzar a implementar este acuerdo, la sociedad argentina todavía no tiene una respuesta a esta pregunta, lo cual, a mi modo de ver, representa otra expresión de nuestra debilidad negociadora. Ante esta situación, los extremistas pro-ALCA y anti-ALCA debaten en un mar de ignorancia lo cual es, sin duda, la peor situación para tomar una decisión trascendente para el futuro económico y social del país.