Andorra, el pequeño principado conocido por el ski y los comercios libres de impuestos, abrirá sus fronteras a la inversión extranjera como parte de un programa de reforma que apunta a modernizar la economía y cambiar su imagen de turbio centro financiero.
La legislación, que ahora se encuentra en el Parlamento, debería también dar lugar a la introducción del impuesto a las ganancias corporativas, que sería de 12%, y a un registro de empresas en donde éstas deberán presentar sus cuentas conforme a los estándares internacionales.
Pero la riqueza personal seguirá estando lejos del alcance del fisco, lo que garantiza el futuro del país como residencia para europeos jubilados y individuos muy adinerados.
De los 80.000 habitantes del país, casi 65% son extranjeros, principalmente españoles, portugueses y franceses, pero la comunidad británica está en crecimiento. Su PIB per cápita fue de 29.000 millones euros en 2004, comparado con el promedio de la UE de 22.000 euros.
Albert Pintat, premier del micropaís, aseguró que los cambios legislativos apuntan menos a limpiar la “inmerecida reputación de oscuridad financiera y más a fomentar la diversificación en un país cuyo 90% del PIB depende de los esquiadores y las compras de los turistas.