

Existe en los medios de todo el mundo una imagen instalada respecto de que, después de los sufridos griegos, quienes viven con mayor angustia el desenlace de su crisis financiera son los países miembro de la zona euro. Pero pocos prestan atención a las economías emergentes que rodean a Grecia y que, en caso de fracaso en las negociaciones para evitar el default de la deuda soberana helena (que se llevaron febrilmente adelante todos estos meses), quedarían mucho más expuestas que los socios europeos, ya que dependen en gran medida del mercado griego para sus relaciones comerciales y financieras.
Nadie discute que países de la zona euro como España, Portugal, Irlanda o Italia podrían sufrir graves consecuencias y correr el riesgo de ataques especulativos en el corto plazo si se confirmara el default heleno.
De hecho, después de Grecia, son los eslabones más débiles (desde el punto de vista financiero) de la dañada cadena de la zona euro, debilitada a partir de la crisis de la deuda soberana en 2010. Pero de acuerdo con los analistas, el impacto doméstico sería muy inferior que el que podrían vivir países más pequeños como Bulgaria, Rumania, Serbia, Albania, Macedonia, Bosnia, Montenegro y Kosovo, todos vecinos de Grecia en la inestable región de los Balcanes y que ven a la economía griega como el vecino rico en crisis.
"Nunca es una buena noticia cuando se incendia la casa del vecino", graficó con crudeza Levon Hampartsumian, presidente de la Asociación de Bancos de Bulgaria. El ejecutivo financiero sabe de lo que habla: en Bulgaria y Macedonia, el 20% del sistema bancario está en manos de entidades financieras griegas, mientras que en Albania éstas representan el 16%, en Serbia el 14% y en Rumania el 12% del total. Como sostuvo Suma Chakrabarti, presidente del Banco Europeo de Reconstrucción y Desarrollo (BERD), "no se puede menospreciar el impacto que un estallido de la crisis griega tendría en la región. Los bancos helenos tienen una notable presencia en países como Bulgaria y Rumania y nos preocupa lo que podría suceder si colapsara el sistema financiero griego".
La preocupación a la que se refiere el funcionario es al efecto dominó de una corrida bancaria en Grecia sobre los demás países de la región. Los argentinos tenemos una larga experiencia al respecto, tanto en los efectos de las corridas financieras (recordar por ejemplo la del Banco de Intercambio Regional en 1980) como a las medidas de política económica para evitarlas (corralito de 2001). En cualquiera de estos dos escenarios, sus consecuencias para los países balcánicos, muy frágiles desde el punto de vista político y económico, podrían generar fuertes tensiones sociales, e incluso llegar al extremo de una guerra civil (puede parecer exagerado, pero fue lo que sucedió en Albania en 1997 cuando se derrumbó un sistema financiero piramidal avalado por el gobierno y que dejó en la ruina a un tercio de la población).
De acuerdo con Marco Valli, economista en Jefe del banco italiano Unicredit, "los bancos centrales de la región -especialmente los de Albania, Bulgaria, Macedonia, Rumania y Serbia-, han empezado a forzar a las sucursales locales de bancos griegos a vender su deuda helena y a separar las líneas de crédito locales de las de la casa matriz". El horizonte del próximo 30 de junio, fecha en la que el gobierno griego debe pagar al FMI u$s1.700 millones, es percibido por toda la región como la hora de la verdad, a menos de que Grecia llegue antes a un acuerdo con sus acreedores que le permita reestructurar su deuda soberana y acceder a nuevas líneas de fondeo.
Vivir a la griega
Cuando comenzó la crisis de la deuda griega a fines de 2009, el gran temor de los demás miembros de la zona euro fue el efecto contagio que podría haber tenido sobre ellos un default de parte de Grecia. Los grandes bancos europeos (sobre todo alemanes y franceses) estaban muy expuestos por sus tenencias de deuda soberana helena. Pero gracias a los planes de rescate diseñados por los organismos internacionales (FMI, Comisión Europea y Banco Central Europeo) para ayudar a Grecia, estas entidades obtuvieron más tiempo para deshacer sus posiciones en bonos griegos. De ahí que los analistas estimen que el impacto hoy sería menor en caso de default que hace seis años atrás. Una situación bastante distinta a la que viven las economías balcánicas.
Para toda la región, Grecia es el vecino rico que se sacó la lotería cuando fue admitido dentro de la zona euro en 2001. Y el país donde va a parar una parte importante de las exportaciones regionales (el intercambio comercial entre Bulgaria y Grecia alcanza los u$s3.000 millones, por ejemplo) y de su mano de obra (uno de cada seis albaneses trabaja en Grecia). Esta pertenencia a la zona euro hizo que todos desearan vivir "a la griega", es decir acceder a los mismos privilegios y subsidios comunitarios.
Por eso, si bien por un lado se vive con angustia lo que sucede en Grecia por su impacto en el resto de la región (por ejemplo, están regresando a Albania muchos trabajadores que perdieron sus empleos en Grecia), también afloran ahora las envidias y miserias típicas entre países vecinos. Como sostiene una trabajadora albanesa, "todos tenemos una pequeña humillación griega para contar, desde un control fronterizo o una discriminación a la hora de acceder a un empleo. Pero la rueda está girando, así que ahora le toca el turno a los griegos de sentir lo mismo". Como dicen los ingleses, uno nunca conoce a sus vecinos hasta que tiene una crisis.













