Menos de 10 meses duró al frente del Banco Central (BCRA) Juan Carlos Fábrega, el empleado bancario que sin título universitario hizo una carrera de más de cuatro décadas lo llevó a presidir primero el Banco Nación y luego la autoridad monetaria.
A lo largo de su gestión, el dólar pasó de $ 6,38 a $ 8,43, la inflación pasó de avanzar del 27,5% anualizado al 40,6%, las reservas pasaron de u$s 32.150 millones a u$s 27.944 millones y, a fuerza de una política monetaria astringente que fue muy potente durante el primer semestre del año la base monetaria pasó de avanzar del 25,7% interanual al 18,7% que mostraba la semana pasada.
A la salida de su breve período al frente de la política monetaria del país, Fábrega no tiene grandes números para ostentar. Su mayor activo fue la excelente relación con el sistema bancario, una virtud en la que su antecesora Mercedes Marcó del Pont, no descollaba.
Esa cercanía le valió, precisamente, la desconfianza de algunos de sus pares en el Gobierno que lo acusaban de directamente representar a los intereses de los bancos.
Como grandes hitos de su gestión quedará el salto del 23% que tuvo el dólar en enero de este año, el mayor que alguna vez se vió en la era kirchnerista.
La devaluación, seguida de subas abruptas de tasas y límites a las tenencias de activos dolarizados por parte de los bancos y un acuerdo con cerealeras exportadoras para que ingresen divisas inmediatamente después del shock generó una etapa de pax cambiaria que duró hasta que el 16 de junio pasado la Corte Suprema de los Estados Unidos rechazó oír una apelación de la Argentina en su litigio con los fondos buitre, dando por tierra con el plan A del Gobierno de acercarse a los mercados para financiar el déficit público.
Cerrada esa alternativa, las transferencias al Tesoro mostraron niveles nominales récord en los últimos meses (los $ 29.000 millones de agosto rompieron el amperímetro). Claro que, hasta ahora, los mas de $ 90.000 millones esterilizados vía Lebac en lo que va del año impidieron una expansión monetaria mayor.
Su principal pelea fue tratar de sostener el nivel de reservas, al costo de dañar el nivel de actividad por el efecto sobre la economía del menor ingreso de importaciones y las altas tasas de interés que necesitó establecer. Esto lo enfrentó con el ministro de Economía, Axel Kicillof, partidario de estimular la demanda para volver al crecimiento.
Por último, en sintonía con el titular del Banco Macro, Jorge Brito, y con el jefe de Gabinete Jorge Capitanich, Fábrega fue uno de los artífices en las sombras de otro proyecto trunco: el acuerdo entre bancos locales y fondos buitre para comprar el fallo y evitar un default. La iniciativa fue denunciada por la diputada Elisa Carrió y dada de baja por la propia Presidenta.
Polo de racionalidad
Los especialistas y el mercado se acostumbraron a considerarlo un polo de racionalidad _y también de cercanía en el ideario_, pero en las evaluaciones de su gestión no faltaron críticas.
“Calmó el mercado en los momentos críticos, subió la tasa de interés para impedir el drenaje de las reservas internacionales hasta que ingresase la cosecha de soja y resolvió lo urgente”, valoró Martín Polo, de Analytica. El resto no dependía de Fábrega sino de Economía: había que solucionar el enorme déficit fiscal, dijo.
Juan Manuel Pazos del Estudio Broda también valoró su gestión la devaluación de enero, la fuerte esterilización y la detención de la corrida post devaluación y consideró una mala noticia su renuncia.
“Pero Fábrega también hizo cosas mal: tras el salto devaluatorio de enero, su política cambiaria fue errática. Otro desacierto es que, primero devaluó y luego forzó a los bancos a vender sus activos dolarizados, con lo cual terminó transfiriéndole $10,000 millones”, dijo Pazos.