En esta noticia

En una conferencia en la que repasó los "cisnes negros" que acechan a la economía global, Ricardo Arriazu volvió a poner el foco donde más le duele a la Argentina: su obsesión cíclica por devaluar como si fuera una fórmula mágica.

"La devaluación no cambia nada", sentenció el economista, con la misma vehemencia con la que advirtió que "Argentina es el segundo país del mundo con mayor devaluación acumulada, después del Congo, y nunca solucionó un problema".

El mensaje fue claro: el atraso cambiario no se corrige con saltos bruscos del dólar, sino con reformas que bajen el costo argentino. "Es como pedirle a un enano que mida tres metros porque cambiamos la unidad de medida. No necesita una nueva regla, necesita una hormona de crecimiento", ironizó.

Esa hormona, explicó, no es otra cosa que competitividad genuina: bajar impuestos distorsivos, reducir el gasto improductivo y dar previsibilidad.

Las declaraciones de Arriazu se dieron en el marco del lanzamiento oficial de Lantia Capital, un nuevo multi family office fundado por Laura Fernicola y Bautista Vassolo, que busca profesionalizar la gestión patrimonial en un contexto económico más que desafiante. Con sede en Buenos Aires, Lantia Capital se presenta como un actor independiente, joven y flexible, enfocado en brindar asesoramiento integral, financiero, fiscal, legal, contable y de real estate.

Su objetivo, según destacaron sus directores, es preservar y proyectar el patrimonio de las familias argentinas con criterios de transparencia y planificación de largo plazo, en un entorno donde la confianza y la estabilidad se vuelven activos, tan valiosos como escasos.

Especuladores en la mira

Arriazu apuntó también contra el comportamiento especulativo de los mercados locales, que -dijo- repiten los mismos reflejos cada vez que perciben fragilidad.

"Desde que se abrió el cepo, el sector privado compró u$s 17.000 millones. No fue por necesidad, fue por desconfianza. Le abrieron la puerta y todo el mundo salió corriendo a comprar dólares", relató.

Para el economista, el desafío del actual Gobierno es romper ese círculo de desconfianza que alimenta el "reflejo dolarizador".

"Si ustedes creen que el dólar no va a bajar y que hay presiones para que suba, ¿qué hacen? Compran dólares. Por eso es fundamental que esta vez el que especuló en contra pierda, para que la próxima vez lo piense antes de hacerlo", lanzó, en una frase que resonó entre los allí presentes.

Según Arriazu, la estabilidad del peso no se logrará con la represión del tipo de cambio ni con devaluaciones, sino con una regla de juego creíble que castigue la especulación y premie la inversión productiva.

"Con el apoyo financiero de Estados Unidos, el Gobierno tiene margen para sostener la estabilidad. Pero si cede a la tentación de devaluar, la inflación se disparará y la política perderá", advirtió.

Una economía con fundamentos, pero sin confianza

Arriazu aseguró que, paradójicamente, Argentina exhibe hoy "los mejores números macroeconómicos de América Latina": equilibrio fiscal, superávit de cuenta corriente y el menor gasto público en tres décadas. "Y, sin embargo, nadie lo cree. ¿Por qué? Porque fuimos estafadores seriales", afirmó.

La desconfianza, insistió, sobre la Argentina es el principal obstáculo para el crecimiento.

En ese sentido, destacó los avances institucionales recientes -la regla fiscal, la prohibición de financiamiento del BCRA y la llamada "presunción de inocencia fiscal"- como pilares para reconstruir credibilidad.

Pero subrayó que el verdadero cambio no será económico sino cultural: "Argentina tiene que dejar de esperar soluciones mágicas y empezar a creer en la consistencia".

La tesis de Arriazu fue, en el fondo, un llamado al realismo. En un mundo donde los "cisnes negros" abundan -desde guerras comerciales hasta posibles burbujas tecnológicas-, la Argentina sigue atrapada en su propio laberinto de desconfianza y atajos. "La devaluación no es política económica, es una confesión de fracaso", resumió.