Las ya bajas expectativas por el encuentro en Washington entre israelíes y palestinos (negociaciones para reanudar las negociaciones) probablemente no sean lo suficientemente bajas. Los carros hace tiempo que se apartaron de la caravana de paz en Medio Oriente, y el único proceso que ha avanzado es la incesante colonización de las tierras palestinas ocupadas.
John Kerry, secretario de Estado norteamerican está malgastando su energía a menos que Estados Unidos, respaldado por sus aliados, insista en una solución que termine con la ocupación israelí en Cisjordania y en Jerusalén oriental árabe.
Quizás ya sea imposible retrotraer la presencia de Israel, que cuenta con más de 500.000 colonos, a fronteras que harían viable un estado palestino. Los lineamientos de una eventual resolución partían de un total reconocimiento de Israel a cambio de que se retirara de la mayoría de la tierras capturadas en la guerra de los Seis Días en 1967 (Cisjordania, Gaza y Jerusalén Oriental).
Deben darse tres precondiciones para que eso suceda. Primero, que Estados Unidos tendría que declarar, idealmente ante el Consejo de Seguridad de la ONU, que el punto de partida para las negociaciones son las fronteras de Israel de 1967, y que EE.UU. no puede indefinidamente ejercer su veto en el Consejo de Seguridad si el gobierno israelí se niega a negociar seriamente.
Segundo, que Israel necesitaría un gobierno dispuesto a retirarse de casi todos los territorios ocupados con canjes de tierras limitados para que algunos asentamientos pueda ser incorporados dentro de las fronteras finales de Israel
Tercero, que el movimiento palestino tendría que remediar la división entre los nacionalistas de Fatah y los islamistas de Hamas, con la propuesta común de: un estado en menos una cuarta parte de Palestina; una compensación, más que el derecho a regresar, para la vasta mayoría de los casi 5 millones de refugiados; el reconocimiento total de Israel.
Son pocas las probabilidades de que se dé la primera precondición. El presidente Barack Obama sencillamente considera que una resolución justa al conflicto palestino será positivo para la seguridad de Israel y beneficioso para Estados Unidos, pero no está preparado para actuar en pos de que que eso sea posible. Cuando Benjamin Netanyahu, el primer ministro israelí, se negó a congelar la construcción de asentamientos, tal como le pedía el mandatario norteamericano por considerarla ilegítima, éste no sólo se rindió. En febrero vetó una resolución del Consejo de Seguridad que condenaba la continua colonización, pese a que sus propios comandantes del ejército lo habían presionado para que no lo hiciera.
La segunda precondición no es más sencilla de lograr. Jerusalén Oriental fue colonizada y Cisjordania dividida en cantones; estructuralmente, el espectro político de Israel está demasiado fragmentado como para llegar a un acuerdo, aún cuando una mayoría de israelíes lo respalde. No se trata de escurridizo irredentismo sólo de Netanyahu y sus aliados. Todos los gobiernos israelíes intentaron que los asentamientos fueran permanentes.
El presidente palestino Mahmoud Abbas, según documentos filtrados en 2011, estaba dispuesto a ceder casi todo Jerusalén Oriental pero lo despreciaba el anterior gobierno supuestamente moderado donde Tzipi Livni, la actual negociadora en jefe, tenía mucho peso.
La tercera precondición podría ser la menos difícil de las tres. Hamas quedó debilitado con la caída de Hermanos Musulmanes en Egipto y se enemistó con Irán por negarse a respaldar a Bashar al-Assad en Siria.
Los líderes palestinos como Abbas, concientes de que son el partido más débil: que Israel quería un estado palestino, porque de lo contrario los judíos terminarían siendo superados en número por los árabes en el estrecho territorio entre el río Jordán y el Mediterráneo; y que EE.UU. presionaría a Israel para que conceda tal estado, porque al país norteamericano evidentemente le interesa estabilizar Medio Oriente y apaciguar la hostilidad árabe y musulmana hacia sus políticas.
Esas suposiciones, tan lógicas, demostraron ser infundadas. Y la ocupación continúa.
