
Desde que a principios de este mes el gobierno ruso prohibió las importaciones de alimentos provenientes de países occidentales como represalia por las sanciones relacionadas con la crisis de Ucrania, Moscú trata de convencer a los consumidores de que la producción local es mejor y les dice a los agricultores que ha llegado el tiempo de la agricultura rusa.
Somos un país que puede y debe alimentarse por si solo; y no sólo alimentarse, sino también abastecer de alimentos a otros países, aseguró el primer ministro Dmitry Medvedev.
Pero es una meta hasta ahora esquiva. Si bien la Federación Rusa tiene una de las mayores superficies de tierras cultivables per cápita en el mundo, el país depende de las importaciones para cubrir el 40% de sus necesidades de alimentos.
Los productores agrícolas sostienen que les llevaría años de duro trabajo y enormes inversiones de todo tipo para cambiar esa realidad, una hazaña que pocos creen posible de alcanzar.
Pese al mensaje altamente optimista que transmiten los medios locales, los expertos del gobierno concuerdan. Hoy en Rusia tenemos una situación única en la que las manzanas de calidad de producción orgánicas se pueden vender al mismo precio que las importadas, aseguró Dmitry Yuriev, viceministro de agricultura. La mitad de la producción de frutas proveniente de pequeñas chacras y el 20% de la producción industrial de verduras se descompone, agregó.
La raíz del problema está en la larga y tortuosa transformación que atraviesa el país para despegarse de su pasado comunista. Si bien la Unión Soviética se enorgullecía de ser autosuficiente, lo lograba con bajos rindes y pocas opciones para los consumidores. Desde el derrumbe de la URSS en 1991, la superficie total cultivada en el país cayó de 90 millones de hectáreas a sólo 73 millones.
Cuando Rusia descubrió el capitalismo en los noventa, sus nuevos entrepreneurs se focalizaron en las ganancias rápidas en comercio, minería y servicios financieros. Las granjas estatales fueron divididas, pero pocas pudieron recaudar el dinero necesario para modernizar su métodos de producción y sistemas para que la mercadería llegue al mercado. Muchos campesinos abandonaron sus tierras para trabajar en la próspera Moscú.
El gobierno resolvió con cierto éxito estos problemas. Con financiación subsidiada por medio de bancos y compañías de leasing estatales, ayudó a reconstruir parte de la capacidad productiva avícola y de cerdo perdida desde la caída del comunismo. Entre 2008 y 2012, la producción de aves de corral creció 60% y la de cerdo, 36%.
Pero Moscú no quiere moverse con demasiada rapidez. Yuriev sostiene que elevando demasiado la producción de aves y cerdo podría provocar caídas de precios, lo que provocaría dificultades financieras para los inversores que el gobierno está tratando de alentar.
En cambio, el gobierno ahora quiere modernizar el sector de frutas, verduras y lácteos. La principal razón de las grandes pérdidas y los bajos rindes es la falta de infraestructura moderna de logística y de almacenamiento en todo el país.
El ministro de agricultura está desarrollando planes para un sistema nacional de logística que podría consistir en 15 centros que serán operados con participación estatal. Pero es poco probable que estén operativos en el corto plazo.
Otro programa nuevo se focalizará en organizar a los pequeños productores lecheros en cooperativas que ayuden con el control de calidad, logística y comercialización. La transformación del sector tampoco será rápida, podría llevar hasta ocho años, aseguró Yuriev.
Estamos muy contentos de que el Estado finalmente nos esté prestando atención, afirmó Andrei Danilenko, presidente de la Unión Nacional de Productores de Leche. La pregunta no es si se puede satisfacer la demanda de productos lácteos sino si podemos crear una industria viable; eso no es una cuestión de orgullo nacional sino de economía.
El sector se queja de que los subsidios agrícolas rusos por hectárea son una fracción de los que se otorgan en la UE y exige que Moscú duplique sus subsidios.
Si bien en toda la industria y hasta en el gobierno se reconoce el bajo nivel de subsidios, muchos productores chicos creen que las grandes promesas de apoyo no servirán de mucho.
El gobierno nunca hizo nada por la agricultura más que poner obstáculos en el camino, se quejó Vasily Melnichenko, que dirige una pequeña chacra en los Urales. Melnichenko, que en su momento fue administrador de granjas estatales, dos veces vio la división de emprendimientos agrícolas dirigida por bandidos.
La pequeña producción de verduras y conejos que hoy dirige no puede recibir préstamos bancarios y paga tres veces más por la electricidad que la planta de aluminio cercana de propiedad de Oleg Deripaska, uno de los oligarcas más ricos de Rusia.
Esos problemas son comunes para las pequeñas granjas, al igual que para las empresas privadas de la mayoría de las industrias del país.
Melnichenko es pesimista, cree que nada cambiará. El gobierno no quiere ayudarnos a sobrevivir, de hecho quieren que abandonemos las tierras así una empresa grande puede venir y extraer los recursos de nuestros terrenos, aseguró. Eso es lo que siempre hará Rusia: exportar petróleo y gas.











