En el ámbito político de Washington, hay pocas frases más tóxicas que liderar desde atrás. La acuñó un funcionario del gobierno de Obama al describir la operación de 2011 que derrocó al dictador libio Muammar Gaddafi. En ese oportunidad Estados Unidos organizó la campaña y condujo los ataque aéreos pero pidió a otros que hiciera la tarea más pesada.
La incómoda frase fue inmediatamente desaprobada por los críticos de Barack Obama, por considerarla otra señal de la inutilidad del enfoque del presidente hacia la figura del comandante en jefe. Desde entonces, la Casa Blanca evitó pronunciarla.
Sin embargo, con el concepto básico de liderar desde atrás se puede describir la estrategia que desarrolló Obama para enfrentarse a Estado Islámico de Irak y Levante, o EI.
De acuerdo con el plan que delineó el presidente en su discurso del miércoles a la noche (en el que de hecho prometió ataques contra de Estados Unidos en Irak y Siria), el país Norteamericano armará una coalición internacional y brindará poder aéreo pero serán las otras fuerzas las que lucharán en tierra.
No podemos hacer por los iraquíes lo que ellos deben hacer por ellos mismos; tampoco podemos tomar el lugar de socios árabes en la seguridad en su región, afirmó Obama. Esta guerra será diferente a las guerras en Irak y Afganistán.
Frente a los rápidos avances de EI en Irak y en Siria la estrategia que delineó Obama intenta estar a la altura de las realidades políticas que enfrenta el presidente, tanto en Medio Oriente como en su país.
Pese a la superioridad tecnológica de las fuerzas norteamericanas, Obama cree que sólo se podrá lograr una victoria militar durable contra EI con soldados de la región, especialmente fuerzas sunitas provenientes de zonas que EI reclama. De lo contrario, podría reaparecer un grupo similar después de retirado Estados Unidos.
Al mismo tiempo, le brinda cierta protección política en su país. Encuestas recientes señalan que los norteamericanos están alarmados por EI después de que fueron decapitados dos ciudadanos estadounidenses, pero eso no significa que apoyarán otra guerra terrestre larga que cause otra vez cientos de muertes.
Sin embargo, el problema con la última estrategia de Obama es que se arriesga a que se incluya una serie de medias tintas que fijen metas increíblemente ambiciosas mientras carece de los medios para cumplirlas.
Para empezar, el objetivo que fijó Obama, degradar y destruir a EI, es ambicioso. Degradar el grupo implica debilitar sus capacidades o reducir el espacio donde pueden operar los terroristas, tal como señaló un alto funcionario del gobierno. Pero derrotar totalmente al grupo es una meta con final más abierto que requiere rehacer la política en dos países de Medio Oriente sumidos guerras civiles.
Por todo lo que dijo Obama en cuanto a que no habrá soldados norteamericanos en tierra, no queda claro quién va a combatir contra EI. En Irak, al menos, Washington tiene un potencial socio después de la formación del gobierno iraquí nuevo que asegura que será más inclusivo que su predecesor, cuyas tendencias anti-sunitas ayudaron al surgimiento de EI.
Un alto funcionario de EE.UU. dijo el miércoles que ya había señales de que líderes tribales sunitas apoyan al gobierno en Bagdad. Pero los que lucharán contra EI serán fuerzas kurdas y milicias chiítas, y no un ejército nacional que representa todas las comunidades del país.
El poder aéreo no puede derrotar a EI. Obama describió la campaña en términos de las operaciones contraterrorismo que dirigió EE.UU. contra al-Qaeda o en Yemen y Somalia. Sin embargo, EI no es un grupo pequeño de individuos escondidos en montañas o desiertos, sino una insurgencia que toma ciudades grandes, lo cual convierte el desafío militar en algo diferente.
El riesgo que corre EE.UU de liderar desde atrás es terminar dependiendo de los esfuerzos de su socios. Si éstos no tienen éxito, Obama podría terminar absorbido por la guerra terrestre en Irak, algo qué el mismo se comprometió a finalizar en su presidencia.
