Ésta será una semana incómoda y decisiva para la economía global. No porque la Reserva Federal de EE.UU. está por bajar las tasas de interés, sino por el nivel de tasas sorprendentemente bajo del que arrancará la Fed: un rango de sólo 2,25% a 2,50%.
Después de más de una década de expansión económica y pese a todo, desde aranceles hasta recortes de impuestos, parece que éste es el nivel más alto que pueden alcanzar las tasas de interés estadounidenses. Mientras tanto, el Banco Central Europeo debate si reducir aún más su tasa negativa. Hasta este mes, era posible imaginar que los niveles anteriores a la crisis financiera de 4% a 5% podían finalmente volver. Ya no.
Según sus propias proyecciones, los funcionarios de la Fed creen que las tasas se estabilizarán en 2,5% en el largo plazo. Restando el 2% de meta del inflación, la recompensa real para el capital va a ser de un miserable 0,5%. La tasa equivalente en Europa y Japón casi seguro será mucho menor. Esos niveles bajos de tasas de interés representan un cambio profundo con respecto al pasado (la tasa de fondos federales era de 6,5%, la tasa real era cercana a 4% en 2000). Si bien las tasas de interés tocan casi todos los aspectos de la vida, el mundo desarrollado sigue negando las consecuencias. Los inversores y autoridades que fijan políticas deberían considerar algunos temas.
Primero, hay una íntima relación entre las tasas de interés de largo plazo y el crecimiento económico de largo plazo. Quizás el capital sea menos relevante para la economía digital, pero las tasas de interés a esos niveles bajos emiten una alarmante señal sobre las perspectivas de expansión futura.
Segundo, la política monetaria no surte efecto. En 2008-09, la Fed bajó cinco puntos porcentuales las tasas y no fue suficiente. Hoy hay mucho menos margen para responder ante una recesión. El Banco de Japón, que hasta ayer no hizo ningún movimiento, casi abandonó su intento por alcanzar su meta de inflación de 2%. El BCE corre riesgo de tomar el mismo camino. El mundo no está preparado para una crisis: dos de los bancos centrales más influyentes podrían recibir la próxima recesión con la tasa de política monetaria ya por debajo de cero.
Tercero, si la política monetaria no sirve, debe intervenir la política fiscal. Eso significa que los gobiernos o deben aprobar un mayor gasto y recortes de impuestos como respuesta a una recesión o darle al banco central una herramienta fiscal en forma de "dinero helicóptero", esencialmente imprimiendo billetes para el gasto o para distribuirlo entre la población. Si no, los gobiernos podrían fijar metas de inflación superiores y usar la política fiscal para alcanzarlas ahora. Eso daría a los bancos centrales mayor margen para recortar cuando lo necesiten.
Cuarto, las tasas de interés más bajas hacen que la deuda sea más sostenible. Sucede en particular con la deuda pública, porque los países hoy se endeudan a estas tasas bajas libres de riesgo, y en alguna medida con la deuda privada. En muchos países, tiene lógica endeudarse más para invertir. Las predicciones de crisis financiera basadas en anteriores niveles de deuda/PBI podrían ser engañosas.
Quinto, cualquier activo de oferta fija ahora es más valioso, porque sus flujos de caja futuros se pueden descontar a una tasa inferior. Un proveedor monopólico de agua o electricidad, los terrenos en el centro de una ciudad o el catálogo de viejas películas de Disney: el valor del capital de esos activos debe subir para que su rendimiento coincida con las tasas de interés más bajas. Esta tendencia está relacionada con los recientes movimientos en la desigualdad de la riqueza. También los inversores corren el riesgo de identificar burbujas financieras que en realidad no existen. Una respuesta de la política sería reducir el retorno sobre el capital permitido para los servicios públicos.
Sexto, la demanda de viviendas crecerá. Es, después de todo, el principal activo de capital que usa la mayoría de la gente. Son dos los potenciales resultados. Donde es posible construir, las tasas de interés constantemente bajas provocarán un aumento en el stock de viviendas. Si no es posible construir, las casas se comportarán como activos de oferta fija, y subirán de precio. Así, las tasas de interés en caída convierten las normas de planificación urbana en un tema económico crucial.
Por último, las tasas de interés bajas dificultan el ahorro. Es más complicado ahorrar para la jubilación, y aún más difícil vivir de lo que acumule el capital. Como resultado, los trabajadores aceptarán alguna combinación de retiro posterior, mayores impuestos, aportes previsionales superiores o recibirán menores ingresos una vez jubilados.
La tendencia hacia las tasas de interés reales más bajas lleva años y probablemente continúe. Con los bancos centrales ablandando la política monetaria, es tiempo de dejar de esperar que se recuperen las tasas y enfrentar el mundo tal como lo encontramos.
Traducción: Mariana Oriolo
