A primera vista, el hecho de que Beijing haya creado una zona de defensa aérea en el Mar de China Oriental marca una escalada en su antigua disputa con Japón por la soberanía de las islas Senkaku/Diaoyu. Una interpretación más preocupante es que China decidió arreglar cuentas con Estados Unidos en el Pacífico occidental. Asia oriental se está volviendo un lugar mucho más peligroso
Cuando Xi Jinping se reunió con Barack Obama en California a principios de año, el presidente chino le dijo que el Océano Pacífico era suficientemente grande como para acomodar a dos grandes potencias. La conclusión de eso fue que EE.UU. y China deberían dividir el botín. También quedó implícito en el comentario que China no aceptará un statu quo en el que EE.UU siga siendo la potencia suprema del Pacífico. En la cumbre, Obama evitó el tema. Ahora parece que Xi decidió que es el momento de que su país empiece tomar su parte.
Las islas Senkaku están bajo administración japonesa desde fines del siglo XIX, salvo un período en el que estuvieron bajo control de EE.UU. después de la segunda guerra mundial. Pero China, que asegura que le pertenecen, desde los Juegos Olímpicos de 2008 adoptó una posición más agresiva haciendo incursiones regulares en el mar y espacio aéreo del territorio en disputa. Eso llevó a EE.UU. a advertir que la zona forma parte de un pacto de seguridad mutua entre el país norteamericano y Japón.
Ahora se pone a prueba el compromiso de Washington. Parece que Beijing se está preguntado hasta dónde Obama sostendrá el orden existente. El objetivo estratégico de China es alejar EE.UU. de sus costas y fijar su soberanía en los mares de China oriental y del sur. La pregunta es si Norteamérica, exhausta por las guerras en Medio Oriente, está dispuesta políticamente a arriesgarse a tener un conflicto en Asia para defender unas pocas rocas deshabitadas. Probablemente no sea fortuito que el momento elegido por Beijing coincida con uno de los períodos más difíciles de la presidencia de Obama.
La decisión de Washington de enviar dos bombardeos B52 a la zona de identificación de defensa aérea (ZIDA) ignorando que Beijing exige que sean notificados los vuelos y, por lo tanto, arriesgándose a una acción defensiva de emergencia sugiere que comprende la naturaleza del desafío
Las nuevas reglas de Beijing para los vuelos harán que se intensifique el riesgo de un enfrentamiento armado con Japón. La zona china se superpone con la ZIDA que hace tiempo fijó Tokio. El peligro de error de cálculo en ambos lados está lejos de ser mínimo. En Shinzo Abe, Japón tiene un primer ministro nacionalista decidido a no ser intimidado por su vecino más poderoso ni a ser presionado por las advertencias que en privado le hace EE.UU. a Tokio para que haga algo por bajar la temperatura política.
Abe busca la excusa para enmendar la Constitución nipona para contar con algo más que una capacidad militar defensiva. Un enfrentamiento, fortuito o intencionado, con China por Senkaku le daría la excusa perfecta.
Eso deja a Obama en una posición incómoda. EE.UU. debe dejarle en claro a China su apoyo a Japón en la disputa, pero al mismo tiempo quiere evitar que Abe se sienta impulsado a intensificar las tensiones en la región. Todos los vecinos de China están a la espera de ver dónde Washington hace equilibrio entre esos dos objetivos.
Para EE.UU. hay mucho más en juego que su relación con Japón. En enfrentamiento de Beijing con Tokio por las Senkaku es una de las tantas disputas territoriales entre China y sus vecinos.
Si Washington acepta las restricciones chinas al espacio aéreo, estaría enviando una señal a todas las otras naciones de la región de que no pueden confiar en que EE.UU. defenderá el statu quo contra el expansionismo chino.
