¿Qué hacer cuando la economía del país está contra las cuerdas, la inflación sube, la escasez se descontrola, el apoyo político es débil y la violencia no tiene freno? Para los críticos de Nicolás Maduro, el presidente de Venezuela, la respuesta es envolverse en la bandera nacional y culpar a los demás, y a cualquier otro, hasta al Hombre Araña.
Desde que asumió la presidencia hace cinco meses, Maduro constantemente menciona vagas conspiraciones internacionales (organizadas por capitalistas o hasta por superhéroes de historietas) como motivo de los crecientes problemas del país, que van desde la falta de papel higiénico y grandes cortes de luz hasta el mayor índice de violencia de todo el mundo.
Más recientemente, creó un línea 0-800 para que los venezolanos denuncien las actividades económicas ilegales. Es una de sus nuevas medidas para contrarrestar el sabotaje económico. Además, habló de las fábricas de antivalores norteamericanas, como Hollywood. Los jóvenes tienen en el cerebro miles de horas de películas donde matan gente, explicó este mes, después de que vio El Hombre Araña III con su esposa. Estimulados por tal consumismo y violencia, no es de extrañar que salgan y maten.
El culpar de los problemas internos a las fuerzas externas es una soberana tradición de la llamada revolución socialista del Siglo XXI. Y está especialmente a la orden del día, ahora que Maduro hizo poco por corregir las distorsiones económicas heredadas de su predecesor Hugo Chávez, un fracaso que deja a muchos preguntándose cuánto tiempo podrá continuar esta situación.
El punto de quiebre en Venezuela es muy variable porque el país siempre tiene ingresos por el petróleo, aseguró Luis Vicente León, encuestador y economista de Datanálisis en Caracas. No importa cuánto haya malgastado un gobierno ayer, se sabe que el día de mañana ingresarán enormes flujos de dinero, contó.
Sin embargo, si bien el país miembro de la OPEP recibe ingresos por petróleo cercanos a u$s 100.000 millones por año, la mala administración y la poca coherencia de las políticas hacen que sus problemas económicos, como la inflación anual superior a 45%, sigan empeorando, especialmente en lo que respecta al tipo de cambio.
A un tipo de cambio oficial de 6,3 bolívares por dólar, y cotizando en el mercado negro a siete veces más, la distorsión redujo la oferta de dólares para los importadores venezolanos, lo que exacerbó la escasez de productos básicos pero benefició a quienes acceden a dólares al cambio oficial.
Las distorsiones macroeconómicas que actualmente padece Venezuela provienen del mercado cambiario, escribió Francisco Rodríguez, economista de Bank of America en un artículo titulado Miedo a liberar el tipo de cambio. Pero las demoras en el anuncio de un sistema cambiario nuevo reflejan los desacuerdos internos dentro de la administración, concluye.
En realidad, el mercado cambiario está en el corazón de los problemas económicos de Maduro. Una devaluación corregiría su distorsión, pero también elevaría la inflación y reduciría el poder de compra de los venezolanos. Y todo eso dañaría la ya debilitada popularidad de Maduro a poco tiempo de las elecciones municipales de diciembre, considerada un plebiscito sobre su gestión.
Maduro no es sólo conciente, sino que también está absolutamente informado de las dificultades económicas que debe enfrentar, aseguró Nicmer Evans, experto en política del think-tank Miranda Internacional Center, de tendencia izquierdista. Maduro todavía analiza la disyuntiva entre darle a la crisis una solución tecnocrática o política, agregó.
Otra complicación proviene de las divisiones ideológicas dentro de su gabinete. Los fieles ideológicos, como el ministro de planeamiento estatal Jorge Giordani, aplauden los esfuerzos de Maduro de mantener los populares programas sociales y amedrentar a las empresas privadas, profundizando la revolución. Pero también están en contra de hasta las reformas más tímidas propuestas por los pragmáticos, como Nelson Merentes, el ministro de Finanzas.
Frente a esta parálisis, no es de extrañar que Maduro busque culpar a los demás de sus males.
