Para una presidencia estadounidense acostumbrada a manejar cifras enormes, el paquete de U$S 40.000 millones destinado al rescate de la economía argentina puede no parecer descomunal. Pero sigue siendo un mal uso del dinero, para casi todos los involucrados. Veámoslo desde la perspectiva argentina. En las últimas dos semanas, Estados Unidos se ha comprometido con una línea de swap de divisas de U$S 20.000 millones con el Banco Central argentino, ha intervenido directamente en al menos dos ocasiones para comprar pesos en el mercado spot y ha anunciado planes para sumar otro paquete de 20.000 millones con el fin de ayudar al país a afrontar sus próximos pagos de deuda. Aun así, el peso cayó el lunes a un nuevo mínimo intradía de 1.476 por dólar. Hace apenas dos años, cotizaba a 350 por dólar. La moneda argentina podría seguir cayendo. La agenda de reformas promercado y de austeridad del presidente Javier Milei -a la que se atribuye haber reducido la inflación- está bajo amenaza. Medidas como los recortes de empleo en el sector público y la reducción de los subsidios energéticos y de los programas sociales resultaron impopulares entre los votantes. Su partido, La Libertad Avanza, ya sufrió una dura derrota en las elecciones provinciales de Buenos Aires el mes pasado, y se avecinan los comicios legislativos de medio término. Si no logra al menos entre el 35% y el 40% de los votos, es previsible una nueva ola de ventas de activos argentinos. Que Trump parezca haber condicionado el apoyo financiero de Estados Unidos al éxito político de Milei podría no solo reducir sus posibilidades de ganar -al generar entre los votantes la sensación de injerencia extranjera en la política argentina-, sino también preparar el terreno para una caída aún más pronunciada del peso si finalmente pierde. Desde la óptica estadounidense,intercambiar dólares estables por pesos volátiles y sobrevaluados no es una buena inversión. Fernando Marull, socio de la consultora financiera FMyA en Buenos Aires, estima que el Tesoro de EE.UU. compró alrededor de U$S 400 millones en pesos en tres operaciones realizadas los días 9, 15 y 16 de octubre. No hay mucho con qué compensar el probable golpe financiero. Puede haber algunos ganadores a corto plazo: con los bonos argentinos en dólares con vencimiento en 2035 cotizando cerca de 56 centavos por dólar -frente a 48 centavos antes de que el secretario del Tesoro, Scott Bessent, anunciara el salvavidas-, los fondos de cobertura tal vez respiren aliviados. Y, desde la perspectiva de Washington, existe cierta esperanza de que tender una mano a Argentina -rica en litio, petróleo de esquisto y cobre- pueda, algún día, allanar el camino para futuros acuerdos. Pero sostener artificialmente el peso difícilmente sea la vía hacia una mejora sostenible de la economía argentina. Y Estados Unidos está arrojando dinero a este problema justo cuando los agricultores estadounidenses enfrentan dificultades y los empleados federales permanecen sin cobrar durante el cierre del gobierno. Para EE. UU., el costo político de esta aventura exterior podría superar al económico.