Era septiembre del año pasado cuando Rick Perry tropezó por el tema de los inmigrantes ilegales. Pocas semanas después, la ventaja que mostraba el gobernador de Texas en la carrera por la nominación republicana de 2012 había desaparecido, y con ella su posibilidad de ser presidente.
Pocos republicanos olvidaron el alboroto que se produjo dentro del partido cuando Perry, hablando durante un debate en Florida, dijo que todo el que se opusiera a que los hijos de inmigrantes ilegales reciba apoyo estatal para educación no tenía corazón. Mitt Romney, que probablemente sea el candidato presidencial del partido, rápidamente se abalanzó sobre la declaración de Perry y durante todo el proceso de las primarias mantuvo una dura postura sobre el tema de la inmigración.
Esa fue la sentencia a muerte de Rick Perry con la base, señaló Jon Huntsman, ex gobernador de Utah, amigo de Perry y candidato para la nominación republicana que esa noche participó del debate. Tuvo el gran momento y la gente de Romney estaba desesperada por hacerle cometer un error.
Barack Obama y su equipo de campaña están poniendo todo su empeño en que nadie olvide la postura que tiene Romney en cuanto a la inmigración. Al avanzar hacia las elecciones con bajos niveles de aprobación sobre la economía, la campaña de Obama está desarrollando otras armas en su lucha por mantener la Casa Blanca, con pocos electorados más importantes que la comunidad hispana.
Si se observa un grupo de estados decisivos, es fundamental el peso que tendrán los votantes hispanos, comentó William Galston de Brookings Institution.
Los hispanos están al frente de un extraordinario maquillaje racial de la población estadounidense que ha cambiado la cara del país en las últimas cuatro décadas. También tienen el potencial de transformar la política nacional. Según el censo de 2010, la cantidad de personas que se identificaron como hispanas representó más de la mitad del crecimiento de la población del país, que fue de 27,3 millones en la década pasada, y su incremento fue cuatro veces superior a la tasa del resto de Estados Unidos.
La población hispana, que incluye a los habitantes con padres o ancestros originarios de países hispanohablantes, alcanzó los 50 millones en 2010, o uno de cada seis norteamericanos. Para 2050, en base a las proyecciones actuales, podrían representar una tercera parte de la población.
Gran parte del crecimiento se debe a niños nacidos en EE.UU. de padres hispanos, millones de los cuales llegaron al país ilegalmente y siguen en un limbo legal sin ningún medio para conseguir la ciudadanía.
Algunos republicanos, como George W. Bush, el ex presidente y ex gobernador de Texas, abrazó a los hispanos porque veía en esa comunidad una reserva natural de votos conservadores.
Pero a medida que los hispanos se fueron enriqueciendo ya no siguieron el rumbo tradicional de las primeras comunidades de inmigrantes y dejaron de lado el voto conservador. La creciente ala anti-inmigración de los republicanos tampoco les dieron una calurosa bienvenida y les negaron cualquier propuesta (como la ley migratoria Dream Act respaldada por la administración Obama) que permita a los ilegales obtener la ciudadanía. Las voces republicanas más enérgicas pedían la deportación masiva, el arresto inmediato y fronteras electrificadas.
El mensaje que se escucha cuando los republicanos hablan de esta manera se aplica a todos los grupos de inmigrantes, comentó Huntsman.
Si bien la demografía no necesariamente es destino en política, los hispanos apoyan a Obama; mayormente le perdonan no haber podido impulsar el Dream Act cuando los demócratas controlaban el Congreso antes de la arrolladora victoria de los republicanos en 2010. Las encuestas demuestran que los hispanos prefieren a Obama por sobre los republicanos por un margen de más de dos a uno.
Las distintas posturas entre los hispanos recalcan una más amplia tendencia que para algunos analistas es molesta: Un afianzamiento de las divisiones políticas en líneas raciales y étnicas. Esa tendencia debería favorecer a los demócratas, porque está disminuyendo la cantidad de obreros blancos, que ahora constituyen un sólido electorado republicano. Los estados como Texas, cuya población ya es hispana en más de una tercera parte, podrían convertirse en demócratas en 2020, tras dos décadas siendo un bastión conservador.
Para Romney éste es un desafío más inmediato. Este empresario con fuertes instintos a favor de la inmigración, se inclinó fuertemente hacia la derecha en las primarias y prometió no sólo vetar la Dream Act sino también aplicar políticas tan duras que los ilegales preferirán autodeportarse en vez de vivir en Estados Unidos.
Su postura enojó a muchos republicanos que venían tratado de bajarle el tono a la retórica anti-inmigración. ¿Autodeportarse? ¿Qué diablos significa eso? comentó Susanna Martinez, gobernadora republicana de Nuevo México, durante una reciente entrevista que le hizo Daily Beast. No tengo dudas de que los hispanos no fueron bienvenidos durante esta campaña, pero ahora existe la oportunidad de que el gobernador Romney mantenga una conversación sincera sobre qué podemos hacer y porqué.
Los republicanos que están a favor de la inmigración están doblemente enojados por el daño que le hicieron a la reputación que tiene el partido con los hispanos, porque ellos aseguran que el foco en las pequeñas empresas y el conservadorismo social de la comunidad los convierte en conservadores por naturaleza. Si uno tuviera las plataformas demócratas y republicanas y les quitara la etiqueta, los republicanos ganarían siempre, comentó David Carney, que fue jefe de campaña de Perry.
Carney quita importancia al impacto de los comentarios que hizo Perry en el debate. Asegura que a los votantes hispanos les importan los mismos temas que a los otros votantes: Están a favor de la seguridad en las fronteras y no les gustan las leyes inmigratorias permisivas.
Jennifer Korn, que condujo la política hispana para Bush en la Casa Blanca, concuerda en que el voto de la comunidad no está asegurado, pero señala que la retórica anti-inmigración podría ponerlos en manos de los demócratas.
Cuando uno quiere motivar a gente, éste es un tema fuerte, señaló Korn, que ahora conduce la Hispanic Leadership Network un grupo de apoyo de centroderecha. En este momento, hay mucho terreno para ganar.
Romney sabe que está en problemas. En un discurso privado ante recaudadores en una residencia de Florida el mes pasado, dijo que las encuestas actuales a los hispanos auguran una fatalidad para nosotros.
Los hispanos jóvenes, como Tony Valdovenos, en Phoenix, Arizona, están trabajando mucho para asegurarse que así sea. Él es miembro del enorme ejército de voluntarios desplegados por la campaña de Obama que buscan inscribir nuevos votantes y asegura haber conseguido cerca de 100, todos hispanos. Este chico de 21 años siente especial motivación porque como cualquiera que haya llegado al país en brazos de sus padres inmigrantes ilegales, un votante que no puede inscribir es él mismo. Al fin del día, esto es muy personal para mí, explicó.
Arizona se convirtió en el centro del acalorado debate sobre la inmigración tras la dura legislación aprobada en el estado en 2010 y que establece que la policía debe determinar el status inmigratorio de toda persona que ellos detengan o busquen y restringe los servicios que brinda el estado a los ilegales. Partes de la ley ahora están siendo cuestionadas ante la Corte Suprema.
A diferencia de Texas, donde el gobierno de Perry permite que los hijos de inmigrantes ilegales reciban el mismo apoyo financiero que los norteamericanos para asistir a las universidades del estado, Arizona prohibe dicha asistencia. No tengo derecho a solicitar asistencia financiera al estado, comentó Valdovenos. Él dejó la universidad en Phoenix porque no podía pagar los u$s 80.000 que cuesta una carrera de cuatro años. La razón por la que me involucré después del seundario fue para que nuestras comunidades adquieran poder.
Danny Valenzuela, un concejal de Phoenix que contrató a Valdovenos y otros hispanos jóvenes con ideas similares, comentó que la reacción contra la ley colocó a los estados conservadores, como Arizona, al alcance de los demócratas.
Ya no es teoría. Es lo que va a ocurrir y lo que está ocurriendo, afirmó. Todos concuerdan en que no es razonable levantar 11 millones de personas y deportarlas, pero todavía tenemos candidatos que dicen que eso es exactamente lo que harían.
La campaña de Obama se esforzará mucho en encontrar y captar hispanos para que asistan a las urnas. La publicidad en español que se pudo ver por televisión en cuatro estados (Florida, Nuevo Mexico, Nevada y Colorado) el año pasado tenían diferentes voces y libretos, de manera de captar los acentos de las distintas comunidades hispanas.
Romney y su campaña están analizando cómo recuperar el terreno perdido con los hispanos.
De alguna manera, el problema de la inmigración se está empezando a resolver por si solo. La crisis económica, los mayores controles fronterizos y la mayor prosperidad en México mantienen paralizada la inmigración neta desde 2011, según el Pew Research Centre. La cantidad de inmigrantes ilegales mexicanos que viven en Estados Unidos también se redujo, de 7 millones en 2007 a 6,1 millones el año pasado.
Pero este giro no se filtra en el debate político. La única pregunta para Romney no es si cambia o no su postura en lo que se refiere a inmigración, sino cómo y cuándo.
