El año pasado, Donald Trump era un fantasma que acechaba la reunión anual del Foro Económico Mundial en Davos. Este año estuvo ahí en persona. Y fue un encuentro incómodo ya que rechaza los principios del orden liberal internacional que su país ha promovido durante siete décadas. Estos valores también animan al Foro. De hecho, lo convierten en algo más que un simple encuentro para los ricos y poderosos del mundo.
Tal como afirma John Ikenberry de la Universidad de Princeton en un reciente artículo, "EE.UU. y sus socios construyeron un orden internacional multifacético y en expansión, organizado en base a la apertura económica, a las instituciones multilaterales, a la cooperación en materia de seguridad y a la solidaridad democrática". Este sistema ganó la Guerra Fría. Esa victoria, a su vez, promovió un cambio global hacia la política democrática y hacia la economía de libre mercado.
En la actualidad, sin embargo, el orden liberal internacional está enfermo. Tal como declara el documento Libertad en el mundo 2018 de la organización Freedom House, "La democracia está en crisis". Por el doceavo año consecutivo, los países que sufrieron reveses democráticos superaron en número a aquellos que registraron progresos. Los Estados que hace una década parecían prometedoras historias de éxito como Turquía y Hungría están cayendo en regímenes autoritarios.
Sin embargo, cuando los regímenes autoritarios poderosos desafían la democracia, EE.UU. les retira su apoyo moral. Trump incluso muestra simpatía por los autócratas en el extranjero. Y, lo que es peor aún, afirma Freedom House, él viola las normas de gobierno democrático.
Con Trump presidente, EE.UU, también cuestiona la estructura de la cooperación internacional: los tratados de seguridad, los mercados abiertos, las instituciones multilaterales y los intentos de abordar desafíos mundiales como el cambio climático. Norteamérica, en cambio, ha proclamado su intención de velar por sus propios intereses, incluso a expensas directas de quienes han sido sus aliados durante mucho tiempo. Las relaciones ahora han de ser transaccionales.
Tampoco están en mejor estado los cimientos la economía mundial. La economía puede estar recuperándose, pero no se ha producido una liberalización significativa del comercio desde la adhesión de China a la Organización Mundial del Comercio (OMC) en 2001. El Brexit también demostrará ser un acto de desglobalización. Los flujos comerciales y de capital han crecido no más rápido que la producción mundial. La hostilidad hacia la inmigración es generalizada. China, una nueva superpotencia, incluso controla estrictamente el flujo de ideas.
Aquellos que creen en la simbiosis de la democracia, en la economía mundial liberal y en la cooperación global simplemente tienen que considerar que todo esto es más que alarmante.
Entonces, ¿por qué ha sucedido esto? La respuesta está en los cambios que atraviesa el mundo y la situación interna de los países, particularmente en las democracias de altos ingresos. Entre los cambios globales, los más importantes son la relevancia cada vez menor de Occidente como comunidad de seguridad después del final de la Guerra Fría, junto con su menor influencia económica, especialmente en relación con China.
Numerosos estadounidenses sienten que tienen menos motivos y menos capacidad para ser generosos con sus antiguos socios. Entre los cambios domésticos, muchos en los países de altos ingresos sienten que el orden liberal global al que se han comprometido sus países ha redundado en pocos beneficios para ellos. El orden liberal está generando, en cambio, la sensación de que pierden oportunidades, ingresos y respeto. Puede que haya resultado en enormes ventajas para el tipo de personas que frecuenta Davos, pero en muchos menos beneficios para todas las demás. Especialmente, después del impacto de la crisis financiera, la marea no parece estar subiendo y, si lo está, definitivamente no está elevando a todos los barcos.
Tal como lo resume Ikenberry, "La crisis del orden liberal es una crisis de legitimidad y de propósito social". El programa del presidente Trump, al que yo llamo plutopopulismo, es un reconocible resultado de todo esto. Les dice a sus seguidores que ya no sacrificarán sus intereses, sino que serán una prioridad. El hecho de que es poco probable que las políticas de la administración generen tales beneficios puede ser irrelevante. No hay suficiente gente que escuche a quienes argumentan eso.
Para quienes creen que el orden liberal internacional arraigado en la política democrática es éticamente correcto y la mejor manera de conciliar la cooperación global y la legitimidad interna, ésto es deprimente. Los hombres y mujeres de Davos deben considerar qué debe hacerse para salvar al orden global de la ruina.
Sería posible simplemente esperar lo mejor. A medida que la economía se recupere, puede que vuelva el optimismo. Esto, a su vez, debería mitigar al menos parte del descontento. Pero ésta es una visión simplista. Las fuerzas que conducen a resultados divergentes dentro de nuestras economías son poderosas. Está lejos de ser evidente que incluso se haya eliminado la fragilidad financiera.
En lugar de despreocuparnos, debemos encarar dos preguntas fundamentales.
La primera es qué es más importante, ¿la cohesión política dentro del país o la integración económica internacional? A un nivel básico, tiene que ser la primera. La vida económica requiere estabilidad política. Las políticas fiscales, monetarias y financieras deben hacer que la mayor parte de la población sienta que sus intereses cuentan. De lo contrario, peligra la estabilidad democrática.
La segunda pregunta es dónde enfocar los esfuerzos de cooperación global. La respuesta debe ser que lo primero es gestionar los bienes comunes globales y mantener la estabilidad global. Si bien me gustaría ver una mayor liberalización del comercio, tiene que implementarse de la manera correcta y ya no representa una alta prioridad. Sin embargo, menos urgente es abrir las fronteras a la libre circulación de personas o incluso mantener el libre flujo de capital global. La política es abrumadoramente nacional. Los resultados de las decisiones políticas deben satisfacer a las personas de cada país.
Trump no representa la cura. Pero es evidentemente un síntoma. El orden liberal internacional se está desmoronando en parte porque no satisface a los pueblos de nuestras sociedades. Quienes acuden a los eventos en Davos deben reconocer ese hecho. Si no les gustan las respuestas de Trump no deberían gustarles, deben proponer mejores.
