¿Son todas las recuperaciones económicas chinas iguales? Muchos observadores parecen pensar que sí. El reciente boom de los precios de los metales, por ejemplo, refleja la confianza del mercado en que la aceleración del crecimiento chino de este año proyectará sobre la economía mundial la misma sombra benigna que las grandes recuperaciones anteriores. Pero puede que no sea así. Las grandes recuperaciones económicas chinas de la última década se han caracterizado sobre todo por dos rasgos: han estado impulsadas por estímulos y por la inversión. El gran apoyo a través de los mercados de crédito y los vehículos de financiación fuera de balance de los gobiernos locales se centraron normalmente en apoyar la actividad en infraestructura y en el sector inmobiliario. Los estímulos fiscales y monetarios provocaron un aumento del gasto en inversión. Este tipo de patrón fue más evidente en la recuperación que siguió a la crisis financiera y en la que siguió a la caída de China en 2015. Durante esos años, otras grandes economías no estaban invirtiendo mucho debido a las políticas de austeridad posteriores a la crisis de 2008 y a los efectos de la crisis de la eurozona. Así pues, el gasto en inversión de China desempeñó un papel fundamental en la configuración del comercio mundial y la demanda de materias primas. Los resultados económicos de China en 2023 serán diferentes en el sentido de que la aceleración del crecimiento de este año será, en su inmensa mayoría, sólo el resultado de que el país haya puesto fin a su política de confinamiento para gestionar la propagación del Covid. Así pues, la economía disfrutará de lo que probablemente se describa mejor como una recuperación espontánea (no impulsada por estímulos) que tendrá sus mayores efectos en los servicios y el consumo (y no en la inversión). ¿Por qué las políticas monetaria y fiscal desempeñarán un papel más o menos neutro? En cuanto a la política fiscal, es poco probable que se produzca un gran aumento de los déficits presupuestarios de China, ya que una de las razones de la reapertura en primer lugar es que Beijing se está volviendo un poco más ansioso por el stock de deuda en el balance del sector público. Es casi como si el gobierno quisiera que la recuperación solucionara su problema de balance, en lugar de utilizar su balance para solucionar el problema de la economía. Del mismo modo, es poco probable que se produzcan nuevos estímulos monetarios significativos, puesto que las tasas de interés chinas ya son considerablemente más bajas que las de Estados Unidos, lo que aumenta el riesgo de nuevas salidas de capital si la política monetaria se relaja mucho más. Aunque no habrá un giro hacia una política macroeconómica más laxa como en el pasado, en la actualidad se está produciendo un tipo diferente de giro: de la ideología al pragmatismo. Beijing está claramente menos centrado -por el momento- en la "prosperidad común" o en la "expansión desordenada del capital". El lenguaje corporal de los funcionarios chinos hacia el sector privado es cálido en estos días, aunque la actitud de las autoridades hacia el sector inmobiliario sigue caracterizándose por el lema "las casas son para vivirlas, no para especular con ellas". Así pues, es probable que las esperanzas de una recuperación impulsada por los estímulos y la inversión se vean defraudadas. Más chinos yendo a restaurantes y parques temáticos tendrán mucho menos impacto en otros países, que lo que tendrían más trenes de alta velocidad chinos o edificios. En términos más técnicos, es probable que la 'propensión marginal a importar' -la porción de gasto de cada renminbi que impulsa las exportaciones de otros países- sea menor para los servicios y el gasto de consumo chinos que para el gasto de inversión. Esto es especialmente cierto en el caso de otras economías emergentes. Hay otra característica de la reapertura china de este año sobre la que vale la pena reflexionar: sus consecuencias para la balanza de pagos. Si bien la apertura de las fronteras beneficia obviamente a los receptores tradicionales de la generosidad turística del país, su superávit por cuenta corriente podría desaparecer rápidamente: los turistas gastaron un neto de u$s 220.000 millones en el extranjero en 2019, y es probable que la demanda reprimida de viajes al extranjero sea alta. Igualmente alta, sin embargo, será la demanda reprimida para colocar capital en el extranjero. Las oportunidades que han tenido los chinos para diversificar su riqueza internacionalmente han sido bastante limitadas durante los últimos tres años. En ese tiempo, no sólo el mercado inmobiliario del país ha perdido su atractivo como depósito fiable de riqueza, sino que el diferencial de tasas de interés entre China y Estados Unidos también se ha vuelto marcadamente negativo. En conjunto, el incentivo para sacar dinero será probablemente fuerte, lo que probablemente inyectará cierta volatilidad en el rendimiento del renminbi. No cabe duda de que el mundo está mucho mejor con una recuperación china que sin ella. Pero es mejor no suponer que ésta será como las anteriores.