En el complejo industrial ubicado en Saskatchewan, Canadá, hay en galpones pilas de bolsas de semillas que esperan para su venta; trigo y cebada aguardan en silos de cemento, listos para cargar trenes hacia puertos del Pacífico. Envuelta en humo, la planta procesadora de canola más grande del mundo muele 1,5 tonelada de la oleaginosa por año.

En este diminuto pueblo canadiense llamado Clavet se encuentra uno de los muchos establecimientos del imperio agropecuario que supo construir Cargill, la comercializadora y procesadora de materias primas agrícolas más grande del mundo. La compañía está invirtiendo ahí otros u$s 100 millones en una refinería de aceite de canola.

El grupo necesita hacer más de esas inversiones. Pese a haber concretado algunas, desde una procesadora de pollos en China hasta la compra de un importante productor de malta en Australia, Cargill no ha logrado mejorar sus deslucidos retornos en los últimos años, aseguraron altos ejecutivos en entrevistas con Financial Times.

Su ganancia neta fue de u$s 1.450 millones en los primeros nueve meses de su actual año fiscal, la segunda más baja de los últimos ocho años.

David MacLennan, que asumió en diciembre como el noveno CEO de la compañía, enfrenta una situación difícil. Si se mantiene en el cargo hasta su edad de jubilación, es decir hasta los 65 años, tiene una década para dejar su huella. Tenemos la misión de mejorar nuestro desempeño financiero, aseguró MacLennan. Somos una compañía de crecimiento. Con ingresos por u$s 136.700 millones el año pasado, Cargill es una de las empresas no cotizantes más grande del mundo. Cumple una función esencial en el abastecimiento mundial de alimentos y emplea una enorme red de buques, silos y depósitos para mover 185 millones de toneladas de trigo, maíz, oleaginosas, cacao y otros commodities en 125 países.

Pese a que se reinvierten en la compañía casi el 90% de su flujo de caja y el 80% de sus ganancias netas, el desempeño es una preocupación. En el último año financiero, los dividendos declarados fueron de u$s 385 millones, menos de los u$s 475 millones del período anterior.

Eso es sorprendente porque, con la producción, demanda y comercialización de granos en alza, éstos deberían ser tiempos de auge para la industria. Pero Cargill y sus rivales se tambalean. Archer Daniels Midland, Bunge y Wilmar de Singapur informaron resultados flojos pese a las cosechas récord y la creciente demanda proveniente de las economías emergentes.

En Norteamérica, los consumidores repusieron sus stocks tras la sequía de 2012, por lo que las existencias quedaron relativamente reducidas. Como resultado, los granos para entrega inmediata cuestan igual que los granos con entrega a varios meses, cuando normalmente los precios futuros son mayores. No ganamos plata almacenando granos, señaló Ryan Neubauer de Cargill desde un complejo de silos que administra en Clavet, Saskatchewan.

Los ejecutivos de Cargill diseñaron un programa de recorte de costos, venta de algunos negocios e inversiones en otros nuevos. Por ejemplo, este año anunció que dejará de la comercialización global de carbón y no operará con gas y energía en Europa. El presupuesto para gastos de capital será de u$s 4.000 millones este año, aseguró Paul Conway, el vicepresidente.