
Christos Chanos, sentado en la sala de conferencia de su empresa familiar en Atenas, considera una de las preguntas más apremiantes que enfrenta su país: ¿debe Grecia dejar el euro? Como cabeza de la firma importadora que fundó su abuelo, ha tenido que lidiar con los efectos desestabilizadores de la crisis que dura desde hace casi dos años. Pero, aunque entiende que reintroducir la dracma que Grecia cambió por el euro en 2001 permitiría al país bajar sus costos y recuperar competitividad, al igual que otros no parece dispuesto a seguir ese camino. Si me preguntan si nunca tendríamos que haber entrado, podría tener una larga discusión pero, creo que representará un enorme factor de distracción. ¿Qué ocurrirá el día después?, se pregunta Chanos.
Más de una década después del nacimiento de la moneda única, este interrogante se plantea con creciente frecuencia en toda Europa. En lo que podría llegar a considerarse como un momento crucial para el euro, la semana pasada los líderes de Francia y Alemania especularon abiertamente sobre la posibilidad de la partida de Grecia.
El disparador fue la sorpresiva convocatoria a un referéndum por parte de George Papandreou, el primer ministro griego que hoy deja su cargo, para decidir sobre el paquete de rescate por 130.000 millones de euros (u$s 177.000 millones) para su país que había acordado tres días antes, en una reunión de toda la noche en Bruselas, con los dirigentes de la Unión Europea. Sin el dinero, es casi seguro que Grecia caiga en default, lo que forzaría la salida del euro.
Los espasmos en los mercados de bonos italianos de esta semana no hicieron más que amplificar el debate. José Manuel Barroso, presidente de la Comisión Europea, advirtió ayer en un discurso que sólo en Alemania se perderían 1 millón de puestos de trabajo si la eurozona de 17 miembros se reduce a unos pocos países. Esa es la amenaza que pesa sobre nosotros, señaló Barroso.
Esto habría sido inimaginable para los arquitectos de la moneda única, quienes optaron por no incluir en el diseño una salida de escape: no se especifican medios legales para que un país deje la unión. En la CE, los funcionarios se debaten entre la necesidad de preparar planes para Grecia y el temor a disparar especulaciones sobre si Italia o España también podrían salir. La mera percepción de esa posibilidad puede hacer que los euros de esos países sean menos valiosos, lo que podría generar corridas bancarias, advirtieron economistas.











