A principios de este año, el nombre Frank VanderSloot apareció en el sitio web de la campaña política de Barack Obama mencionado dentro del grupo de "personas ricas" poco honradas. Todas ellas tenían una sola cosa en común: habían donado grandes sumas a la carrera electoral de Mitt Romney.
El empresario de Idaho, que hizo su fortuna con las ventas directas, afirmó que a partir de eso fue criticado en los blogs liberales por ser anti-gay, y que su vida privada quedó expuesta y perdió muchos clientes. Hace un par de semanas, su contador le comunicó que había sido informado por la Dirección de Impuestos Internos que serían auditadas sus declaraciones de impuestos. El ataque es de tal fuerza y velocidad, que se hace difícil manejarlo, aseguró. Pero lo que ellos querían era una ejecución pública.
Para cuando se realicen los comicios para elegir presidente y legisladores en noviembre, VanderSloot habrá relegado a una nota al pie de página, y será un simple actor secundario multimillonario en una enorme combate entre dos partidos políticos altamente polarizados.
Pero el millón de dólares que contribuyó VanderSloot a un grupo de campaña que apoya la candidatura de Romney lo colocó a él, y a otros activistas adinerados, en el centro de una batalla sobre cómo regular el dinero en la política. En las elecciones de 2008, nunca hubiera sido autorizado a hacer semejante aporte individual, pero ahora él y gente como él están ampliando las fronteras financieras de la política electoral y provocando una fuerte reacción.
En Estados Unidos, durante los últimos años una serie de fallos judiciales elevaron la mayoría de los topes para las donaciones políticas, lo que provocó un tsunami de dinero hacia las campañas políticas de este año. Para los críticos, los tribunales rebobinaron la política norteamericana a la era de Richard Nixon, donde el financiamiento de las carreras electorales estaba casi desregulado; Nixon hasta usó su unidad de campaña, el Comité para la Reelección del Presidente como fondo para pagar los costos legales de los ladrones del Watergate.
El enfrentamiento por el financiamiento de las campañas tiene más que ver con el interés propio que con cuestiones ideológicas. Los republicanos, que convencieron a los tribunales que las donaciones políticas son una forma de libertad de expresión, están decididos a proteger su ventaja en lo que se refiere a recaudación de fondos.
Los demócratas, que ahora está rezagados después de que en 2008 Obama captó mucho más dinero, están tratando de volver atrás con los cambios y que los grupos de campaña tengan la obligación de declarar las donaciones.
En términos generales, los donantes dispuestos a aportar dinero a los candidatos presidenciales estadounidenses tienen tres maneras de hacer llegar los fondos. Pueden contribuir a las campañas de los candidatos y sus organizaciones del partido, pero donaciones individuales no deben superar una cifra de entre u$s 35.000 y u$s 40.000 y deben ser declaradas.
Los grandes actores nuevos, los super comités de acción política (conocidos como SuperPacs), no tienen se rigen por esas restricciones y pueden recibir y gastar montos ilimitados, siempre y cuando no coordinen con las campañas. Los SuperPacs deben también declarar las donaciones, como la que hizo VanderSloot y aparece en el sitio de la campaña de Obama.
Sin embargo, es cada vez más mayor la cantidad de organizaciones que operan en paralelo con los super-Pacs, y a menudo bajo el mismo techo, y que han sido registradas bajo el código fiscal como sociedades de bienestar social sin fines de lucro. Para quienes colaboran con los partidos políticos, las ONGs exentas de impuestos tienen un gran atractivo: pueden recibir todo el dinero que quieran, sin tener que revelar a sus donantes. En resumen, la nueva reglamentación facilitó el aporte de donaciones a políticos y causas políticas, manteniéndolas en parte en secreto. Como resultado, la campaña presidencial de 2012 costará cerca del doble que en 2008.
Obama iguala, y más, a Romney en cuanto a los fondos de campaña formales. Steve Schimidt, jefe de campaña de John McCain en 2008, reconoce que los candidatos y los comités de sus partidos captarán cerca de u$s 1.000 millones cada uno para 2012, comparado con los u$s 1.300 millones que reunieron todos los candidatos hace cuatro años. Además, los grandes ganadores han sido los republicanos, cuyos grupos de campaña externos aprovecharon los cheques por u$s 10 millones que por única vez entregaron donantes acaudalados, una tendencia con profundas implicancias si ofrece una permanente ventaja financiera.
Los donantes más extravagantes, como Sheldon Adelson, el magnate de los casinos de Las Vegas que hasta ahora contribuyó con más de u$s 30 millones para los candidatos republicanos y dice que está dispuesto a aportar hasta u$s 100 millones para deshacerse de Obama, fue titular en casi todos los diarios.
Adelson no es el único. Docenas de norteamericanos adinerados donaron cientos de miles, y en algunos casos millones, de dólares (principalmente a los republicanos) de manera antes considera ilegal. Los grupos que operan independientemente de las campañas tendrán cerca de u$s 1.000 millón para gastar en las campañas, comparado con menos de u$s 100 millones en 2008.
Cada polémica política (grande o chica) se convirtió en un pretexto para que ambos partidos pidan dólares, un ejercicio que Internet ha magnificado a niveles de velocidad imposibles hace sólo una década.
Horas antes de que la Corte Suprema de EE.UU. anunciara su fallo sobre las reformas de salud de Obama la semana pasada, Jim Messina, su jefa de campaña, envió un mail diciendo: es un día importante para recuperar a Barack Obama, con un link para hacer donaciones.
Después de que el tribunal defendió la legislación, la campaña de Romney intensificó la lucha. Enseguida, Andrea Saul, vocera de Romney, comenzó a twittear una vez por hora la suma actualizada de lo que venía recaudando su candidato. El viernes, Romney tenía otros u$s 4,6 millones.
La ley establece que las ONGs deben operar "exclusivamente" por razones de bienestar social, pero con el tiempo esa exigencia fue gradualmente suavizándose y ahora se requiere que sea su "principal" objeto.
Para cambiar de exclusivo a principal se necesita un diccionario que no se vende en Gran Bretaña o Estados Unidos, señaló Fred Wertheimer, de Democracy21, un grupo de Washington que defiende la reforma a la financiación de campañas. "Todo el mundo sabe que el único propósito de esas organizaciones es ganar elecciones."
Mitch McConnell, uno de los republicanos más poderosos de Washington y líder de senadores del partido, afirmó que son nixonianos los esfuerzos que hacen los demócratas para que se den a conocer los donantes. Eso es nada menos que un esfuerzo por parte del gobierno para exponer a sus detractores al acoso y a la intimidación, ya sea proveniente de las autoridades gubernamentales o aliados," aseguró en un discurso el mes pasado. "Esta peligrosa alianza pone en peligro el carácter de Estados Unidos.
El discurso de McConnell causó sorpresa en Washington; quienes lo critican aseguran que el jefe de la minoría en el Senado durante mucho tiempo respaldó la revelación de datos, y que cambió de postura cuando el secreto pasó a beneficiar al partido.
Fue sorprendente: el nixoniano McConnell acusa a quienes proponen transparencia de tener comportamiento nixoniano. Esto fija un nuevo estándar de atrevimiento, comentó Norm Ornstein, American Enterprise Institute, un think-tank de Washington. McConnell no es el único hipócrita acá, si bien él se gana el título de Hipócrita en jefe.
Sin embargo, VanderSloot aplaudió el discurso. El empresario señaló que había estado a favor de la transparencia hasta que él y su familia fueron atacados. Sin algún cambio en la ley de difamación en Estados Unidos, estoy a favor de que se mantenga en secreto los nombres de los donantes.
Los demócratas están impulsando un nuevo proyecto de ley que obligue a revelar el nombre de todo aquel que done más de u$s 10.000 a un grupo pra influir en las elecciones.
Para Wertheimer, el tema es claro. No se trata de demócratas o republicanos, sino de la corrupción de nuestra democracia.