

Cada vez es más habitual encontrar en los supermercados productos etiquetados como "probióticos" o "fermentados", desde el clásico yogur hasta opciones más exóticas como el kéfir, la kombucha o el kimchi. Estos alimentos han ganado protagonismo en la conversación sobre bienestar intestinal y salud en general, pero su eficacia depende de múltiples factores que no siempre se tienen en cuenta.
La doctora María José Crispín, médica nutricionista, arrojó luz sobre los mitos y realidades de estas bebidas y alimentos fermentados, desvelando aspectos clave que muchas veces pasan desapercibidos.
Los probióticos y su impacto en la salud digestiva
Según explica la doctora Crispín en diálogo con Telva, los probióticos son alimentos que contienen microorganismos vivos y que, si se consumen en cantidades adecuadas, pueden aportar beneficios a la salud intestinal. En el contexto español, los más comunes son el yogur natural y el kéfir, siempre que no estén pasteurizados y conserven sus cultivos activos. También se incluyen en esta lista el chucrut, la kombucha y otros fermentados de origen asiático como el tempeh o el kimchi.

"Los probióticos son alimentos ricos en microbios, es decir, fermentados", explica la experta. Estos "bichitos buenos" son fundamentales para reforzar la flora intestinal y mejorar el equilibrio del microbioma, lo que repercute positivamente en el sistema digestivo. "Sí, sin ninguna duda. Aporta bichitos buenos a nuestro intestino, mejora su equilibrio y, por tanto, contribuye a una mejor salud digestiva general", asegura.
Además, estos alimentos no solo influyen en la digestión, sino también en otros procesos fisiológicos relevantes. "Hoy sabemos que el microbioma no solo influye en el intestino, sino también en la inmunidad. Es como un 'profesor' que entrena al sistema inmune para distinguir lo que es realmente una amenaza y lo que no", añade la nutricionista. Incluso se ha demostrado su conexión directa con el sistema nervioso a través del nervio vago, ya que la mayor parte de la serotonina, conocida como el neurotransmisor de la felicidad, se produce en el intestino.
El papel del vinagre y otros factores que pueden anular sus efectos
Uno de los errores más frecuentes es confundir cualquier alimento fermentado con un probiótico efectivo. La doctora Crispín advierte que el calor y el vinagre pueden eliminar los microorganismos beneficiosos. "Uno de los errores es pensar que cualquier producto fermentado es probiótico. Por ejemplo, si calentamos un alimento con probióticos, como la masa madre al hornear, los microbios mueren por el calor. Lo mismo pasa con el yogur: si está pasteurizado, pierde sus cultivos microbianos", subraya.

Asimismo, el uso de vinagre puede convertir lo que aparenta ser un probiótico en un alimento sin efectos beneficiosos para la flora intestinal. "Otro error es confundir encurtidos en vinagre con fermentados. El vinagre mata los microorganismos, así que los pepinillos en vinagre no tienen probióticos. En cambio, los que están en salmuera sí", aclara la especialista.
Por este motivo, recomienda revisar cuidadosamente el etiquetado. Es esencial que no contenga vinagre ni aditivos industriales, y que especifique qué cepas microbianas se han empleado. "Yo compro yogures que entre sus ingredientes solo tienen leche y fermentos lácticos, y además indican las cepas concretas. Hay que ir al supermercado con 'gafas' y fijarse en la letra pequeña, no solo en el reclamo de la etiqueta frontal", explica.
Cuántos probióticos hay que comer la semana
Aunque se puede optar por preparaciones caseras como el kéfir o la kombucha, la doctora reconoce que no siempre es viable mantener una producción constante en casa. "Si tengo tiempo, me los hago. Pero si no puedo, compro uno adecuado. Hay que tener objetivos realistas".

En cuanto a la cantidad, insiste en que una cucharada de yogur no es suficiente. "Las recomendaciones científicas insisten en aumentar el consumo. A mis pacientes siempre les digo que lo hagan progresivamente. Si antes no tomaban nada, no pueden pasar a seis yogures al día".
Finalmente, para potenciar los efectos de estos productos, es clave mantener una dieta rica en alimentos prebióticos como frutas, verduras, legumbres o frutos secos, y evitar el consumo de ultraprocesados. Dormir bien, hacer ejercicio y gestionar el estrés también son factores determinantes. "Todo eso contribuye a un microbioma más sano", concluye la doctora Crispín.












