El pasado sefardí de España sigue presente en la actualidad, y gran parte de la población desconoce que algunos apellidos comunes pueden tener un origen judío.
Aunque no garantiza automáticamente un origen religioso ni cultural, algunos apellidos señalan un posible vínculo genealógico directo con los judíos conversos o sefardíes que permanecieron en la Península después de 1492.
En este artículo te explicamos con claridad y casos concretos cuáles son esos nombres que se consideran patrimonio de la historia judía en España, sus orígenes y cómo llegaron a formar parte del ADN de muchas familias.
Apellidos sefardíes con identidad clara
Algunos apellidos de origen hebreo son señal inequívoca de descendencia judía. Entre los más conocidos se encuentran Levi, Cohen, Bar-Natán, Benjamín, Bar-Simón, Eliyahu o Elbaz, todos con una raíz semántica judía muy directa.
Estos nombres no solo se transmitían entre judíos practicantes, sino también durante y después de la conversión forzada, convirtiéndose en referencias de pertenencia a la comunidad sefardí. Por ejemplo, Levi remite a los levitas, una de las doce tribus de Israel, y es altamente representativo de un origen judío.
Apellidos comunes pero cargados de historia
Además de los nombres claramente hebreos, existen apellidos españoles que están históricamente vinculados a familias sefardíes conversas. Entre ellos destacan Acevedo, Acosta, Díaz, Espinosa, Cabrera, Carrillo, Parra, Arias o Escobar.
Estos apellidos provienen de profesiones, topónimos o rasgos familiares, y en muchos casos se propagaron entre familias judías que adoptaron la religión cristiana -los llamados conversos- para evitar la expulsión.
Por ejemplo, Parra está vinculado a comunidades judías en Badajoz y su entorno, y Arias podría derivar de "Urías", figura bíblica asociada con la narrativa davidica.
Casos históricos destacados
El apellido Carrillo representa el cruce entre linajes judíos y cristianos. Originario de Castilla y extendido entre hidalgos, también se dio entre conversos sefardíes, asegurando su pervivencia en ambas comunidades.
Por su parte, Parra es toponímico y recuerda a la viña, símbolo utilizado por judíos en el sur de España. Aparece en registros inquisitoriales y en comunidades portuguesas y holandesas tras la expulsión.
Ambos apellidos sitúan a sus portadores ante un posible vínculo cuyo origen se remonta a siglos atrás.