Uno de los grandes problemas que enfrenta España es la despoblación, especialmente en las áreas rurales. Este éxodo hacia las grandes ciudades ha llevado a que, en muchos pueblos y regiones profundas, la pirámide de edad de la población se estreche en la base y se ensanche en la parte superior, lo que se traduce en la falta de servicios y oportunidades en estas zonas.
En este contexto es que historias como la de Fernando del Amo sorprenden a toda España. El hombre de 38 años es el único habitante que queda en Benamira (Soria). “Nano”, como es conocido por sus monólogos, trabaja en mantenimiento de carreteras y, entre actuación y actuación, riega el huerto, pasea a los perros y guarda las llaves de medio pueblo.
Del Amo se mudó a Benamira con tan solo 22 años. Había aceptado una oferta de trabajo a pocos kilómetros de este pueblo de Soria, del que era natural su familia paterna, y decidió instalarse en la casa de sus abuelos para ahorrarse el alquiler. “Vine para cuatro meses, pero ya llevo 16 años”, explica en entrevista para 20 Minutos.
La historia del hombre que vive solo en un pueblo de la España vacía
La despoblación se ha mantenido como uno de los mayores problemas del país durante los últimos años y la falta de servicios e infraestructura también ha afectado a Benamira. Cuando Fernando se mudó al pueblo, solamente había un habitante: Pedro, un anciano que había pasado toda su vida allí. Sin embargo, con el paso de los años murió y Del Amo se quedó completamente solo.
Nano reconoce que no siente miedo de la soledad al vivir solo en todo el pueblo, sino “rabia y pena”. “Cuando cruzo la plaza y no veo a nadie, pienso en que todo lo levantaron nuestros abuelos y que ahora se ha quedado en nada”, explicó.
Uno de los grandes problemas de Benamira es la falta de servicios. “Lo más cercano es Medinaceli, a unos 10 kilómetros”, asegura Del Amo, que tiene que desplazarse hasta allí para ir a una tienda o a la farmacia. “También pido por Internet, que te lo traen a la puerta de casa”, explica, pero reconoce que prefiere consumir en los comercios locales porque “si se mueren estas tiendas, se acaba el pueblo”.
Aunque en invierno Fernando esté prácticamente solo, Benamira no está muerto. En verano llegan hasta 200 personas. Los fines de semana vuelven los hijos del pueblo. Se organizan comidas cada mes o mes y medio. Y cuando hay evento, se juntan entre 60 y 80 personas.
¿Qué pasará en el futuro con el pueblo de España que tiene un solo habitante?
Para Nano son más las cosas buenas que las malas al vivir en Benamira. Vivir en esta aldea le ha permitido hacer cosas que en una ciudad no podría o no haría con tanta frecuencia. “Tengo un huerto, corro por el monte y salgo a recoger setas”, cuenta.
Sin embargo, lo que le duele a Fernando es pasear por la plaza y saber que no hay nadie más. “Con todo el trabajo que ha costado hacer esto… y que se pierda, eso es lo que me da miedo”.
Su mensaje público en distintos medios de comunicación ha sido claro y directo: estos pueblos necesitan atención. No pide milagros, solo condiciones mínimas para que vivir sea posible: servicios, sanidad, telecomunicaciones, infraestructuras. “Que se puede vivir, pero vamos a vivir en condiciones”.