

Un estudio reciente ha comprobado que tomar más de ocho bebidas alcohólicas a la semana se asocia con lesiones cerebrales vinculadas con el Alzheimer y el deterioro cognitivo. Para desarrollar la investigación, los autores tomaron una muestra de 1781 personas con una edad media de 75 años al fallecer.
Los resultados de la investigación fueron publicados a principios de abril en la revista Neurology, de la Academia Estadounidense de Neurología. Allí, se comprobó que solo los bebedores moderados tenían un 60% más de riesgo de sufrir lesiones vasculares en el cerebro que aquellas personas que no lo hacían nunca. Para quienes tomaban alcohol en exceso, la cifra alcanza un 113% más de probabilidades.

Alzheimer: confirman que beber alcohol puede aumentar el riesgo de padecer la enfermedad degenerativa
Los investigadores realizaron una autopsia cerebral a cada uno de los sujetos participantes. Además, examinaron el tejido cerebral para buscar signos de lesión; midieron el peso cerebral y la estatura de cada participante e hicieron preguntas a sus familiares sobre el consumo que hacían antes de fallecer.
Más tarde, los dividieron en cuatro grupos: quienes nunca bebían; bebedores moderados, que consumían siete o menos bebidas por semana; "bebedores empedernidos", que consumían ocho o más; y "ex bebedores empedernidos". Estos últimos habían dejado de tomar alcohol tres meses antes de morir. Los autores definieron una bebida como 14 gramos de alcohol, que son aproximadamente 350 mililitros de cerveza (algo más de un tercio), 150 de vino (una copa) o 45 de licores destilados (un cubata).
Una de las enfermedades mencionadas en el artículo es la arteriolosclerosis hialina, también conocida como lipohialinosis, una alteración que provoca el engrosamiento de las paredes de las pequeñas arterias del cerebro, lo que dificulta la correcta irrigación sanguínea.
Este tipo de lesión vascular estaba presente en el 40% de las personas que no consumían alcohol. Sin embargo, su frecuencia aumentaba con la cantidad de alcohol ingerido: afectaba al 45% de los bebedores moderados y al 50% de quienes habían bebido en exceso, aunque hubieran dejado de hacerlo antes de fallecer.

Hasta ahora, la lipohialinosis se había asociado con un tipo de infarto cerebral llamado lacunar, que es pequeño y ocurre en zonas profundas de este órgano. Con este estudio, los autores demuestran que no es necesario que ocurra este evento para que se dé la patología, explica Dolores Páramo, neuróloga del hospital Vithas de Sevilla.
Los investigadores vieron, además, que los grandes bebedores y los ex grandes bebedores, respectivamente, tenían un 41% y un 31% más de posibilidades de tener ovillos neurofibrilares. Se trata de estructuras normales de proteína tau que se acumulan en las neuronas del cerebro y se han asociado con la enfermedad de Alzheimer.
Estas personas tenían los ovillos, pero no las placas amiloides (depósitos anormales de la proteína beta-amiloide), que son la otra lesión que provoca el alzhéimer, cuenta David Pérez, director del Instituto Clínico de Neurociencias (ICN) del Hospital Universitario 12 de Octubre, en Madrid. Aun así, Páramo señala que, probablemente, estas personas hubieran acabado desarrollando la patología de no haber fallecido. "Forman parte de la cascada que lleva a la enfermedad", dice la especialista.












