Cecilia Nahón llega con un montón de papeles en una carpeta en la que busca datos que tiene anotados, subrayados y resaltados. Insiste, durante la entrevista, en la necesidad de defender en el G20una agenda de los países emergentes y de latinoamérica en particular. Menciona, por ejemplo, que América latina pierde 6,7% de su PBI por la evasión fiscal y que el 40% de las ganancias de empresas multinacionales se transfieren a paraísos fiscales. Y que esto apoya la necesidad de avanzar en la regulación financiera, entre otros temas relevantes de la agenda.

La ex embajadora argentina en Estados Unidos entre 2013 y 2015 y sherpa de Argentina en el G20 durante la gestión de la ex presidenta Cristina Kirchner tiene una visión muy crítica del rol que la administración de Mauricio Macrituvo durante el ejercicio de la presidencia del foro internacional.

En diálogo con El Cronista, Nahón aseguró que es importante que haya un comunicado final de consensos del G20, pero que si no tiene "sustancia" serviría solo "para salvar las papas".

- ¿Qué cambió en las discusiones actuales que se están dando en el G20 y la era pre-Trump?

- Hay algunas continuidades y algunas rupturas entre ambas etapas. Sin dudas las posiciones unilaterales y agresivas que está expresando Donald Trump a nivel internacional y en particular con China están generando una crisis del multilateralismo, que incluye al G20 pero que también lo trasciende. Esta actitud ha desencadenado una parálisis y una fractura al interior del G20 que es inédita, sin embargo sería erróneo pensar que antes no había disenso, porque siempre lo hubo.

Durante estos 10 años, post 2008, se logró siempre encontrar un punto de consenso, aunque tendió a ser muy favorable para las grandes economías avanzadas, a la vez que logró reafirmar y fortalecer el FMI, a la OMC, a la OCDE y a la visión de la tríada de liberalización, financierización y desregulación.

Si bien Trump desencadena un nivel de disputa muy fuerte al interior del G20, lo que hay por detrás es mucho más profundo, que son las problemáticas de desigualdad y que el G20 no ha podido resolver de una manera correcta.

- En este contexto, ¿qué pasa con el rol de los países emergentes en las conversaciones del Foro?

- Los mejores momentos del G20 fueron cuando los consensos no solo reflejaron al G2 (por Estados Unidos y China) sino también las economías emergentes. América latina, Sudáfrica y los BRICS lograron aunar posiciones y avanzar en los intereses de los países emergentes. De hecho, Argentina durante los primeros años del G20, desde 2008 hasta 2015, siempre tuvo una posición de mucho liderazgo en el diálogo y en la articulación con los demás países emergentes para impulsar una agenda favorable a los intereses de la región.

Uno de los principales disensos en el G20, y que a veces queda invisibilizado y se pone en un segundo plano por esta posición de Trump en materia de comercio, es lo desbalanceadas que son las reglas del sistema en contra de los países en desarrollo. Por ejemplo: está restringido por las reglas de la OMC la posibilidad de proteger a las industrias nacientes, de realizar políticas de estímulo industriales, de utilizar subsidios o aranceles diferenciados para impulsar ciertos sectores. También existen reglas de propiedad intelectual muy estrictas que limitan las posibilidades de innovar y desarrollar tecnológicamente tu perfil productivo.

Las reglas de la OMC son claramente favorables para los países avanzados y particularmente para las corporaciones de los países avanzados, que son las que escribieron detrás de los escritorios de los funcionarios las reglas del sistema multilateral de comercio. Esta fue una discusión central siempre en el G20 y los países emergentes impulsamos una reforma del sistema multilateral de comercio en un sentido que permita el desarrollo de las economías del sur, para hacerlo más balanceado.

Esta discusión hoy parece secundaria frente al proteccionismo que impulsa Trump, pero en realidad es la verdadera disputa respecto de las reglas del comercio.

- ¿Cómo ves el rol de Argentina en la presidencia?

- Dos cosas. Primero, claramente el gobierno de Mauricio Macri imaginaba un contexto internacional y nacional sumamente diferente para recibir el G20. Se equivocaron en el diagnóstico internacional.

Creyeron que el G20 en Argentina iba a celebrar el orden liberal internacional, que iba a cantarle odas al libre comercio en Buenos Aires y que les iba a servir para legitimar su propia agenda de liberalización. Y lo que hay en realidad es un G20 fracturado, en crisis, paralizado, donde están teniendo lugar disputas entre Estados Unidos y China.

En ese contexto internacional, Argentina termina quedando absolutamente atrapada en disputas que no son propias. La presidencia de Mauricio Macri termina ofreciendo un escenario para que se zanjen disputas que no tienen nada que ver con las necesidades, intereses y prioridades de los argentinos.

Además esperaban que la economía argentina estuviera florenciendo por la lluvia de inversiones y el boom exportador, pero Macri recibe al G20 en un contexto de recesión profunda, de inflación galopante, de caída de más de 15 puntos del salario real solo en este año 2018.

La actual presidencia del G20 es una gran oportunidad perdida para la Argentina porque no se aprovecha el espacio y el rol de presidencia de la cumbre para avanzar en una agenda de prioridades latinomericanas y propias

Las propias complejidades y tensiones al interior del G20 combinadas con la debilidad del gobierno argentino por su propia situación económica y crisis, y la dependencia que tiene del apoyo internacional, fundamentalmente de Trump y de China, termina generando una presidencia del Foro que tiene muy poco margen de maniobra, que está detrás de lo que es necesario para favorecer la articulación en el G20 y que termina siendo disfuncional tanto para la Argentina como para el G20.

Que la conducción del G20 esté en manos de un mandatario cuya economía atraviesa una fuerte crisis y que además tiene una altísima dependencia de aquellos a quienes tiene que coordinar termina siendo un obstáculo para la resolución de los propios disensos del G20.

El aspecto más interesante de tener la presidencia del G20 es poder aprovechar ese espacio para llevar al foro políticas, estrategias y visiones propias del país anfitrión y de la región. Creo que la actual presidencia del G20 es una gran oportunidad perdida para la Argentina porque no se aprovecha el espacio y el rol de presidencia de la cumbre para avanzar en una agenda de prioridades latinomericanas y propias.

- ¿Qué expectativas tenés respecto del comunicado final?

- Las últimas dos cumbres multilaterales que hubo, la del G7 en Canadá y la de APEC la semana pasada, terminaron sin un comunicado de conjunto de consenso. El G20 aterriza en Buenos Aires con dos antecedentes de imposibilidad de adoptar un comunicado final de los líderes, lo que es reflejo de las disputas y de la falta de consenso a nivel internacional.

Ahora, ese documento, al menos en las cuatro cumbres que yo tuve la responsabilidad como parte de un equipo de negociarlo, se cierra a último minuto. Nunca se cierra antes de la cumbre. Siempre hay debates, discusiones y negociaciones hasta la última noche. Con lo cual si eso pasa acá no sería extraordinario e insisto que siempre hubo debate y disenso al interior del G20.

Sin embargo, hoy Argentina ha bajado toda expectativa respecto de lo que esta cumbre del G20 puede alcanzar. Un comunicado lavado, con poca sustancia y que no ofrezca ningún camino hacia adelante para resolver las problemáticas centrales del G20 simplemente serviría para salvar las papas a la cumbre, para que todos se vayan medianamente tranquilos de que el G20 sigue funcionando como foro.

Si bien es importante que el G20 siga funcionando como espacio de diálogo y articulación a nivel internacional, lo más importante es cuál es la agenda y la sustancia de esa cooperación internacional. Y eso necesita cambiar. Los líderes del G20 necesitan ir más allá de las disputas comerciales entre Trump y China. Necesitamos una Argentina y una conducción que realmente se dé cuenta de que estamos en un momento histórico de problemáticas financieras, económicas y distributivas muy serias a nivel.

- ¿Qué te parece que debería pasar en este G20 para que pueda ser considerado positivo para la Argentina?

- Para que el G20 tenga sentido para Argentina necesitamos una presidencia que lleve los temas que nos preocupan a los argentinos y a la región. Pero a esta altura lo único que aspira la Argentina es que haya un comunicado tibio, light, y a que no haya problemas de seguridad para la gente y para los líderes. Es muy poco ambicioso para lo que compromete al país en el escenario internacional. Ojalá tengamos buenas sorpresas a lo largo del fin de semana y ojalá el G20 pueda arribar a un comunicado sustancioso, que no sea letra muerta.

Y ojo con el humo de la agenda de Trump en materia comercial. Ojo con creer que el tema central de la economía global hoy es la guerra comercial entre Estados Unidos y China, que si bien es muy relevante, sirve para invisibilizar tanto las necesidades y demandas de países en desarrollo como la gran burbuja financiera que se está incubando a nivel internacional. Hay que mirar la desregulación de los capitales financieros que está impulsando Trump en Estados Unidos y que por lo tanto está dominando una nueva etapa de financierización a nivel global.