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En medio de la discusión sobre la reforma laboral que el Gobierno enviará al Congreso para que se trate en las secciones extraordinarias que arrancarán en diciembre, un estudio indagó en la visión de la denominada “Generación Z” sobre el mercado del trabajo.

La investigación, realizada por Reyes Filadoro y Enter Comunicación, recabó la opinión de 700 jóvenes de 18 a 35 años, y, entre sus principales conclusiones, arrojó que la mayoría de ellos cree que podrá conseguir el empleo que busca, aún en medio de la incertidumbre económica, y descarta que la inteligencia artificial vaya dejarlos sin empleo.

Confianza sin garantías

En efecto, el 76% de los jóvenes argentinos confía en que conseguirá el trabajo que desea, a pesar de enfrentar un mercado laboral que les exige experiencia sin darles oportunidades para obtenerla, que ofrece salarios insuficientes y que empuja a muchos hacia la informalidad.

Esta confianza coexiste con una realidad laboral fragmentada: el 37% trabaja de forma independiente, el 16% en empleos formales del sector privado, y el 12% en trabajos no registrados.

Las diferencias de género atraviesan toda la experiencia laboral juvenil. Mientras el 33% de las mujeres no trabaja, solo el 14% de los hombres se encuentra en esa situación. La satisfacción laboral también muestra brechas significativas: el 63% de los hombres está satisfecho con su trabajo, comparado con el 48% de las mujeres.

El trabajo ideal: flexibilidad y equilibrio

Cuando se les pregunta por sus aspiraciones laborales, los jóvenes dibujan un panorama que rompe con el modelo tradicional:

  • El 30% desea un trabajo formal o “en blanco”.
  • Otro 30% busca ser autónomo o emprendedor.
  • El 26% prioriza estabilidad con horarios fijos.
  • La flexibilidad emerge como un valor central: el 19% prefiere trabajar remotamente desde donde quiera, mientras que el 17% opta por modalidades híbridas.

Las expectativas sobre la jornada laboral también reflejan este cambio generacional. El 77% considera que el trabajo ideal debería tener entre 6 y 8 horas diarias, priorizando el equilibrio entre vida personal y profesional por sobre el sacrificio que caracterizó a generaciones anteriores.

Educación y género: caminos divergentes

Las estrategias para alcanzar el progreso económico revelan visiones contrastantes entre hombres y mujeres.

El 77% considera que el trabajo ideal debería tener entre 6 y 8 horas diarias, priorizando el equilibrio entre vida personal y profesional.

El 41% de las mujeres considera que la educación es el factor más importante para progresar, frente al 28% de los hombres. Por el contrario, el 25% de los hombres valora el emprendimiento propio como vía principal de progreso, comparado con solo el 8% de las mujeres.

Sin embargo, la confianza en la educación formal muestra fisuras. Mientras el 72% cree que su educación los preparó para el mundo laboral, el 50% de quienes están buscando trabajo siente que no fue adecuadamente preparado.

Esta contradicción refleja una desconexión entre las instituciones educativas y las demandas del mercado actual.

Inteligencia artificial: herramienta, no amenaza

Quizá uno de los hallazgos más reveladores del estudio tenga que ver con la relación de los jóvenes con la IA, una tecnología que entienden mejor que nadie.

De acuerdo al informe, el 60% utiliza aplicaciones de inteligencia artificial en su vida diaria, con una penetración especialmente alta entre los más jóvenes: el 69% de quienes tienen entre 18 y 24 años usa IA, comparado con el 51% del grupo de 25 a 35 años.

La IA se integra naturalmente en las rutinas laborales: el 68% la utiliza para buscar información o investigar, el 36% para generar ideas y el 28% para crear contenido visual. Lejos de verla como una amenaza, el 40% tiene una opinión favorable sobre su uso en el trabajo, considerándola una herramienta útil.

Esta percepción optimista contrasta con las preocupaciones sobre el reemplazo laboral, donde nuevamente aparecen diferencias de género. El 33% de las mujeres teme ser reemplazada por IA, mientras que solo el 18% de los hombres expresa la misma preocupación.

El nivel educativo también marca diferencias: el 57% de los jóvenes con menor educación formal está preocupado, frente al 19% de quienes tienen estudios universitarios.

Estrategias de supervivencia en la economía digital

La falta de experiencia sigue siendo una barrera a la hora de acceder a un empleo formal. Por ello, los jóvenes recurren a múltiples fuentes de ingreso.

El 53% utilizó alguna plataforma digital para generar ingresos alguna vez. Las opciones son diversas: el 26% usó Mercado Libre o Facebook Marketplace, el 23% monetizó contenido en redes sociales, y el 12% trabajó con apps de delivery.

La IA se integra naturalmente en las rutinas laborales: el 68% la utiliza para buscar información o investigar. Lejos de verla como una amenaza, el 40% tiene una opinión favorable sobre su uso en el trabajo.

Informe Reyes Filadoro y Enter Comunicación

El informe también documenta el auge de las criptomonedas y las apuestas online como estrategias de generación de ingresos, con marcadas diferencias de género. El 12% de los hombres y el 6% de las mujeres han apostado online para generar ingresos adicionales, mientras que el 34% de los hombres participa en inversiones digitales y criptomonedas, casi duplicando el 18% de las mujeres.

Adaptación sin transformación

El estudio de Reyes Filadoro y Enter Comunicación concluye que los jóvenes argentinos “encarnan una tensión generacional: se sienten protagonistas de un tiempo de cambio, pero sin las herramientas ni la fe colectiva para transformarlo”.

En lugar de reclamar derechos o cuestionar las estructuras del mercado laboral, desarrollan estrategias individuales de supervivencia: se capacitan, emprenden, adoptan nuevas tecnologías y multiplican sus fuentes de ingreso.

Esta generación no dice “el sistema debe darme un trabajo digno”, sino que piensa “como el sistema no me da nada, voy a buscar mi propia manera de salir adelante”. La adaptación se ha convertido en su modo de resistencia y, paradójicamente, en su destino. Mantienen la esperanza, pero han renunciado a la transformación colectiva que podría garantizarla.