Cuando se les pregunta por la sucesión de desaciertos recientes en elecciones en todo el mundo, los analistas de opinión sostienen que las encuestas han sido eficaces para predecir la evolución de la política y suelen no serlo para predecir grandes cambios. La ciencia funciona, sostienen, pero los cambios se producen en un período tan corto de tiempo que a veces se producen frente a la propia nariz del encuestador. Y ahí llega el error. La formidable elección de Martín Lousteau en el ballottage no implica necesariamente el surgimiento de un cambio profundo en la Ciudad, en los términos en que hablan los analistas. Sin embargo puede tener implicancias impredecibles en el calendario que se inicia el 9 de agosto con las primarias presidenciales.
Aseguran que Horacio Rodríguez Larreta tiene desde hace años un proyecto presidencial personal. Ayer contribuyó a reafirmar el liderazgo del macrismo en la Ciudad, pero con un resultado muy alejado de las expectativas originales. A veinte días de las primarias, Macri tenía previsto confirmar su poder en el distrito, reforzar el clima de polarización y reinstalar la sensación de paridad con Daniel Scioli: lo necesario en la Ciudad como plataforma para su proyecto presidencial. Macri no había podido valerse de los resultados del PRO en Santa Fe y en Córdoba para este objetivo. Inesperadamente, tampoco pudo hacerlo anoche.
Sin embargo, si algo podría ver con optimismo el PRO es que los resultados de ayer relativizan la idea de que las elecciones son apenas un trámite para los oficialismos, como ha quedado demostrado con lo ocurrido en la Ciudad, y, más atrás, con la insignificante diferencia a favor del Frente Cívico y Social en Santa Fe. Esta es una advertencia que debería estar resonando en el kirchnerismo. Macri se expuso a una segunda vuelta tradicional -como ha ocurrido históricamente en la Ciudad- frente a un aliado nacional como Lousteau. Si bien en la elección nacional alcanza con el 45% de los votos en primera vuelta para declarar ganador, Daniel Scioli debe haber reforzado la convicción de que su campaña deberá estar dirigida a evitar el ballottage.
El electorado porteño es el más sofisticado y el de mayor diversidad del país. Podría decirse con razón que los votos del kirchnerismo migraron masivamente a la candidatura de Lousteau para alzarlo hasta el 48% de los votos y debilitar la opción nacional de Macri. Pero si se lee el resultado de las dos vueltas y se incluyen las primarias, también puede decirse que la Ciudad rompió el libreto de la fatalidad de la polarización y el choque de antagonismos.
Un Macri apagado inauguró anoche su discurso de candidato presidencial. Era lo previsto, con otro contexto. Deberá caminar por un sendero cada vez más estrecho para cumplir con el objetivo final de derrotar al peronismo. El desafío es complejo, según los parámetros que él mismo se impuso y confirmó anoche: ser oposición sin parecerlo. Anoche estableció diferencias de valores respecto del kirchnerismo, en un terreno más propio de la ética que de la política y confirmó prácticamente toda la agenda de reformas kirchneristas, desde la jubilación estatal y la asignación por hijo, hasta la estatización de Aerolíneas y de YPF al tiempo que evitaba los puntos más conflictivos.
Si se sigue con atención el spot con el que inauguró su campaña el viernes, Macri podría ser tanto un candidato presidencial del oficialismo como de la oposición. "Tengo dos manos para abrazarte y darte todo lo que falte", dice un estribillo pegadizo. Entendemos que lo de las "dos manos" es un desliz del creativo.
La experiencia de las recorridas en todo el país muestra que el macrismo tiene llegada a sectores con necesidades reales, pero que muestran un espíritu autónomo e independiente. Gente que demanda posibilidades de movilidad social. Macri tiene que penetrar en el universo de 13 millones de argentinos que reciben asistencia monetaria directa, es un desafío enorme. Allí ciertas definiciones como el futuro del cepo o el pago a los holdouts son irrelevantes y lo que prima es más básico: asegurar lo obtenido y ver qué ofrecen.
¿Habrá una revisión de la estrategia del PRO? Si hubiera correcciones, no hay que esperar en el PRO un antikirchnerismo rabioso.
Cerca de Macri admiten desde hace unos días que la discusión sobre continuidad o cambio ya no es tan plana. Advierten que el valor "tranquilidad" también está siendo ponderado en el final del ciclo kirchnerista y dicen que en los análisis de opinión la demanda de cambio empieza a ser condicionada por ese nuevo activo. En pocas palabras: quien proponga algo nuevo, primero tiene que garantizar tranquilidad. Es lo que se adjudica Daniel Scioli: previsibilidad y confianza.
Las demandas sobre una rectificación empezaron anoche. Sergio Massa fue el primero. "Macri mostró su limitada capacidad para construir mayorías. Para ganarle al kirchnerismo hay que construir amplio y plural", dijo anoche a este cronista.
Macri avanza en una estrategia de construcción paciente, que reconoce antecedentes en el Frente Amplio en Uruguay y el PT en Brasil, que llegaron al poder después de perder tres y cuatro elecciones. La estrategia choca con la ansiedad del electorado y los formadores de opinión más fuertemente antikirchneristas. Pero, sobre todo, con la dinámica de vértigo que domina la política contemporánea. Lo nuevo dura poco y corre el riesgo de volverse viejo antes de tiempo.