Hasta anoche estaban trabajando los técnicos del Banco Central en el punto clave de la reforma al organismo monetario: el nuevo nivel mínimo de reservas que deberá tener la autoridad monetaria. Se trata de un dato crucial para el mercado financiero y cambiario, que ahora monitorea de cerca cada paso del ente que dirige Mercedes Marcó del Pont. En particular porque influirá directa o indirectamente en la paridad peso-dólar de largo plazo, y porque determinará a su vez el monto de dólares que el Central podrá transferir al Tesoro para pagar deuda.

Aunque aún no están totalmente definidos los criterios a través de los cuales se determinará el nuevo nivel de reservas, anoche comenzaba a perfilarse una fórmula basada en tres indicadores: las importaciones de los últimos meses, los vencimientos de deuda de corto plazo, y un porcentaje de los agregados monetarios (circulante más depósitos). Lo curioso es que una de las investigaciones académicas en que se están apoyando los técnicos del BCRA para determinar el nivel de reservas es un paper escrito en 2006 por el entonces presidente de la entidad (y ahora denostado por el kirchnerismo), Martín Redrado. No menos llamativo, es que este trabajo se apoya en su parte central en un estudio publicado previamente por el FMI hecho por los economistas De Beaufort Wijnhholds y Kapteyn, en 2001.

El estudio realizado por Redrado en coautoría con otros funcionarios del Central de por aquel entonces (Jorge Carrera, Diego Bastourre y Javier Ibarlucía) se denomina La política económica de la acumulación de reservas: nueva evidencia internacional, y considera que un banco central debe tener reservas suficientes como para financiar el pago de entre tres y seis meses de importaciones, el 12,5% de los principales agregados monetarios (en particular el denominado M2) y el pago de las deudas financieras de un año.

Esta fórmula arroja actualmente un nivel de reservas de entre u$s 42.000 millones y u$s 44.000 millones. Lo que, al menos en teoría, le daría al Gobierno la posibilidad de contar con entre u$s 3.000 millones y u$s 5.000 millones para girar al Tesoro, dado que las reservas ayer terminaron en u$s 47.305 millones.

No menos sugestivo es el empeño que el Gobierno ha puesto para frenar la avalancha de importaciones. Más allá de la obvia necesidad de dólares que tiene la economía argentina, si efectivamente se aplica la fórmula antes mencionada, el descenso de las compras del exterior también le serviría al oficialismo para disminuir el nivel optimo de reservas y por lo tanto poder girar más fondos al Tesoro.

El directorio del Banco Central tuvo ayer su habitual reunión de todos los jueves. Y aunque no se trató en el orden del día la reforma del organismo sancionada por el Congreso y el nivel mínimo de reservas, el tema se está trabajando intensamente. La intención es prestar especial atención a la balanza comercial, el mercado cambiario y el contexto financiero internacional para determinar el nivel de reservas. Y no tanto a la relación entre reservas y agregados monetarios, lo que algunos funcionarios lo consideran un resabio de la convertibilidad, a la que emparentan con el neoliberalismo.

Este año el Gobierno deberá cubrir deudas a acreedores en dólares por alrededor de u$s 5.700 millones, mientras que otros u$s 2.000 millones son vencimientos de organismos internacionales. A ello hay que sumarle la modificación de los adelantos transitorios del BCRA al Tesoro, que pasaron del 10% al 20% de los ingresos del sector público nacional de los últimos doce meses. Según estimó la consultora Ecolatina, ello podría significar fondos al Tesoro por otros $ 65.000 millones (u$s 14.900 millones) en el año.

Ver paper completo de Redrado y otros