Ya no resulta ajeno, por lo menos para los grandes grupos económicos multinacionales y los gobernantes de los países del G20, el concepto de imposición justa (en inglés, Fair share of tax).

Este concepto se ha ido generalizando en los últimos años con la aparición de casos resonantes y sobre todo mediáticos principalmente de compañías con gran exposición frente a los consumidores.

Ahora bien, ¿qué significa Impuesto Justo? Para remontarnos a su origen quizás debamos situarnos en la crisis económica de Estados Unidos o de Europa acontecida hace algunos años, ciertas declaraciones públicas de distintos gobernantes, publicaciones masivas de distintos medios especializados y no especializados, o algunos pilares del plan de acción sobre la Erosión de la base y transferencia de beneficios (en inglés, Base Erosion and profit shifting o BEPS) sobre el cual se encuentra trabajando la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico).

No obstante, más allá de su origen, lo cierto es que en los últimos años se ha acelerado el debate sobre imposición justa. Así, se ha puesto como centro de la escena a nivel mundial evaluar si el monto de impuestos que paga una compañía en una jurisdicción resulta justo en relación a los ingresos que obtiene o a las actividades que realiza en dicho territorio.

El avance no ha sido lineal. La controversia ha sido y seguirá siendo determinar qué se entiende por impuesto justo, cuál es su cuantía, cuál es la comparabilidad entre distintos países que debe tomarse para analizar si un impuesto es justo, etc.

Aun cuando esta discusión parece tener gran cantidad de aristas y puntos de vista diferentes, ya es un hecho que el concepto o la idea de impuesto justo puede generar efectos que se extienden mucho más allá del plano fiscal. Entre otros, redefinir la imagen de una marca, influir en el valor de una compañía, o bien, determinar la estructuración o reestructuración de sus negocios.

Más allá de ello, ante la creciente preocupación pública y política el foco inicial se ha puesto en lograr una mayor transparencia e información no sólo para las distintas administraciones fiscales, sino también para el resto de los contribuyentes.

Algunos ejemplos de ello son la celebración de nuevos acuerdos internacionales de intercambio de información, el FATCA lanzado por los Estados Unidos, el plan de acción sobre el que trabaja la OCDE, entre tantos otros. En Reino Unido se lanzó recientemente una incipiente idea de generar un ranking de las compañías en relación a este tema.

El rumbo parece claro. Las tendencias fiscales internacionales se orientan hacia una revisión integral de la forma en que están estructurados los negocios y su nivel de tributación.

El planeamiento fiscal se está redefiniendo. Nuevos conceptos deben integrarse al conjunto de elementos a evaluar. El seguimiento de cerca de este tema ya es parte del deber de diligencia de los ejecutivos de las empresas.