El episodio que hoy denominamos "escándalo de los audios" va a poner a prueba al Gobierno en más de un sentido. Por empezar, le toca transitar un camino todavía incierto, porque hay una cadena de sospechas que se sabe dónde comienza y dónde termina. Hay suposiciones de hechos irregulares, pero por ahora ninguno comprobado. Lo que está claro es que hay conversaciones de un funcionario con un vínculo cercano al presidente Javier Milei que fueron grabadas (no hay registros de que su teléfono haya sido legalmente intervenido) y sus autores materiales o algún actor interesado comenzó a difundirlas, decidiendo qué contenido divulgar y cómo. Después de un fin de semana en el que el oficialismono lograba salir de una suerte de estado de shock, se decidió romper el hermético silencio reinó desde que se conoció el primer audio y que algunos de las figuras mencionadas en este ida y vuelta, como Martín Menem y Eduardo Lule Menem, salieran a contestar públicamente. El Presidente mantuvo sus compromisos de agenda e incluso asistió a un acto de AA2000 (empresa en la que trabajó como economista antes de desembarcar en la política) acompañado por su hermana Karina. Y por la noche, asistió a Junín a presentar los candidatos nacionales de la alianza LLA-PRO para la elección de octubre. Hasta que laJusticiase pronuncie y aporte algunas certezas sobre este delicado entramado, el presente de la política y de la economía dependen enteramente de una palabra: credibilidad. De cara a la sociedad, la crisis de los audios tiene dos facetas. Una está vinculada con la débil estructura de gestión de la administración libertaria. La desginación de Diego Spagnuolo en la Agencia de Discapacidad no tiene más justificativo que el vínculo con el Presidente. Si las consecuencias de promover a un amigo son las están a la vista, es probable que ese tipo de decisiones sean juzgadas negativamente. La otra, la que genera intranquilidad en los agentes económicos, es la teoría del iceberg: cada uno de los que ve la punta del escándalo se imagina (y se cubre) por lo que pueda haber bajo el agua y que aún no está a la vista. Es una reacción basada en suposiciones, y por eso otra vez cobra relevancia la credibilidad. Milei percibe que los conflictos le sirven para construir poder, y no teme jugar a fondo. Pero las estrategias de todo o nada también son de alto riesgo. En materia legislativa y de gestión, el costo que está pagando es alto. En lo financiero, comienza a serlo. La economía es su escudo de defensa, pero también está pasando facturas. Vivir con este vértigo hasta las urnas será todo un desafío.