El confinamiento por el coronavirus dejó de ser siquiera una doble cuarentena hace muchos días. Tres meses pasaron desde que se dispuso el aislamiento y el distanciamiento social como medidas para amortiguar el ritmo de contagios, pero la estadística se engrosa día a día y la curva de casos, lejos de mostrar su punto de quiebre, se sostiene en la Ciudad de Buenos Aires y acelera en el conurbano bonaerense, donde las autoridades plantean volver a la fase inicial por el temor al desborde sanitario.
La necesidad llevó a la sociedad del AMBA a movilizarse en busca de un sustento cada vez más difícil de conseguir, con el riesgo que ello implica. El agotamiento social y económico fue más fuerte que las recomendaciones y una asistencia estatal que, con una caja vacía, no logra alcanzar a todos y comienza a menguar. Así, más de mil vidas perdidas después, el invierno llegó al país con la salud afectada por una pandemia en pleno crecimiento y la economía hundida en lo más profundo. Y lo que es peor, con una misma consigna para ambos problemas que aún no permiten vislumbrar un horizonte mejor: simplemente, estirar los tiempos.
En materia sanitaria, sin una vacuna a la vista, solo el confinamiento más fuerte en el AMBA y más laxo en el interior surge como plan de resistencia para evitar el colapso de un sistema que, como es habitual, deberá afrontar un incremento de la demanda por enfermedades estacionales. En materia económica,el programa del "Día después", sólo tiene escrito un título cuando ya debería haber comenzado a redactarse.
Cómo salir del pozo
El "Consenso Social" entre los diferentes actores de la vida económica, propuesto por el presidente Alberto Fernández, requiere trabajar cuanto antes en el sostén del sector privado para evitar una pérdida masiva de empleos que pueda llevar años revertir, sobre todo si se tiene en cuenta la dura situación por la que atravesaba el país antes de ser alcanzado por el Covid-19. El escenario es más que complejo: una década de estancamiento y dos años de recesión, déficit fiscal creciente, bajas reservas internacionales, alta inflación, fuerte emisión monetaria, desocupación en alza, 8% de indigencia, 35% de pobreza estructural, en cesación de pagos, sin acceso al mercado de crédito y con una prolongada reestructuración de la deuda con los acreedores externo.
Por ello, resulta clave definir cuanto antes cómo salir del pozo profundo para frenar la sangría de inversiones (se prevé que la real caiga 25% este año) y el cierre masivo de empresas, que con sus ingresos hundidos, hoy no tienen espalda para afrontar el pago de salarios, impuestos, compromisos con proveedores y préstamos; y aún no saben cuándo la tendrán. San Juan fue la primera provincia en, al menos, dar un paso esta semana en la tarea de diagramar ese camino de consenso cuyo resultado espera conocer en un par de meses. El país también necesita darlo para no estirar la agonía de un presente marcado por el virus y un futuro lacerado por la incertidumbre.