Las últimas decisiones que tomó el Gobierno en materia de política económica abrieron una expectativa moderada. La más previsible de las medidas, el recorte a los subsidios de gas y agua, es el primer paso de un camino que tiene escalas más difíciles, como el gasto energético, en las que todavía se avanzó poco y nada. El recálculo del PBI de 2013, que al dar un resultado de 3% desactivó el pago de u$s 3000 millones a los inversores, mostró en cambio que al kirchnerismo no le faltará audacia para cumplir su objetivo prioritario, que es llegar al final del mandato de Cristina lo más entero posible. A fin de cuentas, saben que un rayón más en la dañada reputación del Indec ya no desvela a nadie.
La emisión de deuda interna a tasa de mercado traduce preocupación por acotar el impacto fiscal y monetario de la inflación. Sin embargo, los analistas dudan sobre hasta dónde está dispuesto a llegar un equipo que gestiona la coyuntura movido más por temor al estallido que por convicción en las recetas.
Un nivel de actividad en baja, con su consecuente pérdida de empleos, puede dar lugar a que se relajen las tasas de interés, provocando otra ola de pesos con efecto en los precios. Y si no se moderan los pedidos de financiamiento al Central, el esfuerzo realizado puede quedar reducido a nada.