

Una manera de examinar la crisis en la que estamos inmersos sería:
- a) El déficit de cuenta corriente fue dando resultados sorpresivamente negativos, que crearon la percepción de que convenía reducir exposición a riego argentino, y sobre todo al peso.
- b) Algunos shocks externos e internos, gatillaron la corriente vendedora de activos (cambio de metas de inflación, impuestos a las Lebac, devaluación de monedas emergentes mientras acá no, etc).
- c) Las respuestas del gobierno argentino fueron, a mi juicio, y sin entrar en detalles...correctas:
a. Dejar que el peso se deprecie más que el real y otras monedas emergentes
b. Vender dólares para evitar caídas exageradas del peso
c. Anunciar una meta fiscal más exigente
d. Solicitar asistencia financiera al FMI y otros
- d) Pero la corrida contra el peso no cesó. Y los argentinos, asustados.
Y ahí estamos. Mientras se va negociando con el FMI, me parece que es crucial que el Gobierno defina posturas firmes y realistas en lo que respecta al tipo de cambio real.
Varias cuestiones deben dilucidarse:
- 1. ¿Hay atraso cambiario?
- 2. ¿De que magnitud?
- 3. ¿Se puede convivir con ello?
- 4. ¿Lo que el Gobierno piense sobre el tema importa?
En cuanto a los primeros dos temas, tendríamos, a valor de hoy (tipo de cambio real multilateral de 116, base 100 en noviembre de 2017), diferentes consideraciones:
a) Leve adelanto (peso subvaluado). Por ejemplo ver Mohamed El Erian, lo que se puede inferir de una de las simulaciones del FMI, Morgan Stanley.
b) Valor bastante correcto. Por ejemplo lo que puede inferirse de los cálculos de William Cline .
c) Bastante atraso. Puede inferirse del modelo más estricto del FMI, un atraso del orden del 17%. Del modelo Maia-Trajtenberg, puede inferirse un atraso en torno al 20%.
Respecto a si se puede convivir con ello, tenemos:
a) Variedad de analistas, y lo que es más importante, el FMI, dan a entender que sí. Que dado que el grueso del problema de cuenta corriente vendría dado por el alto nivel de desahorro público, si se persiste en el ajuste fiscal, el déficit externo irá cediendo, y la economía podría seguir creciendo en torno al 3% anual, conviviendo con cierto grado de atraso cambiario.
b) Otros analistas creen que no. Que más allá de la situación fiscal, los mercados no tolerarán semejante déficit externo, y que es necesario, ya, corregir el atraso cambiario. Que si no se hace, tendremos problemas financieros, pero además, la economía dejará de crecer por falta de rentabilidad en vastedad de sectores y por ende, menores inversiones en las empresas.
Y el Gobierno, ¿qué piensa?
Por bastante tiempo, los funcionarios eludían sus opiniones. Recientemente hubo pronunciamientos en defensa de la paridad vigente del dólar: Federico Sturzenegger el 18/03 (en la primera quincena de marzo el ITCRM estaba en 110), Mario Quintana el 4 de abril en el Rotary Club (ITCRM en 107), y Nicolás Dujovne el 13 de abril (paridad en 106).
Pero los mercados no parecieran haber creído mucho en ellos: el 11 de mayo la paridad llegó a 116, es decir, entre 5% y 10% más alta que lo expresado por los más altos funcionarios del Gobierno.
¿Y entonces?
Si los mercados creen que la defensa de la paridad es tibia, y que finalmente será el propio mercado el que la fije, podríamos tener un significativo overshooting, ya que el pánico puede apoderarse de los argentinos, y lo que empezó como una crisis cambiaria rápidamente puede transformarse en una crisis bancaria.
Si los mercados ven al Gobierno defender una paridad con la que se pueda convivir (aunque siempre será baja para diversos analistas), y que sea respetada por importantes referentes del mercado, seguramente testearán al Gobierno: demandarán dólares, hasta asegurarse de que esta vez en serio, el Gobierno, con verdadera decisión, defiende la paridad del peso.
Si ven esto, la corrida terminaría. No así las discusiones, por naturaleza eternas, sobre cuál es la paridad real que debería tener la economía argentina.
No se necesita resolver de una vez y para siempre esa discusión. Sí se necesita defender, con muchísima firmeza, una paridad que el propio Gobierno (no el mercado) decida sea adecuada. Tiene que ser realista. Habría suficientes elementos como para aconsejar al gobierno que defienda esta paridad, a un dólar nominal del orden de $23 (46% más alto que diciembre 2001, 34% más alto que fin del cepo, 16% más alto que noviembre del año pasado), y examinando la forma más conveniente de ir indexándolo (bajo un esquema de flotación administrada), para que lo ganado recientemente en cuanto a suba de la paridad real, no se termine diluyendo.














