Hace un mes, cuando el escándalo de los audios no estaba ni siquiera en la imaginación de los ahorristas, el dólar había terminado julio en $ 1380, apenas un poco más abajo del valor al que llegó en el inicio de septiembre. Fue el corolario de un salto no previsto, por un episodio que no tuvo grabaciones de por medio pero que en el mundo financiero fue igual de impactante: la ola de liquidez que generó el fin de las LEFI y la abrupta caída (por muy poco tiempo) de las tasas de interés. El tipo de cambio, como sabemos desde hace décadas los argentinos, es un termómetro de fenómenos políticos y económicos. Pero lo que vale recordar es que, como parámetro, el valor del dólares tan fiable como una encuesta electoral. Que suba no implica que las potenciales causas que lo impulsan son verdaderas. Refleja un temor colectivo, real, de que su precio pueda elevarse, e incluso que llegue al techo de la banda cambiaria. Hace unos meses se podía señalar que un motivo de compra era que estaba "barato". Pero lo cierto es que esa oportunidad, el dólar "no te lo pierdas, campeón", ya se desinfló. Con lo cual quien deba pagar gastos en dólares tendrá una razón más que suficiente para sumar billetes. Quien lo haga en busca de un refugio, deberá asumir que lo hace tomando un riesgo. Ese riesgo es que el dólar baje. Hay encuestadores que no perciben que la crisis de los audios haya generado cambios relevantes en la tendencia de la elección del próximo domingo en Buenos Aires. Algunos incluso aseguran que al Gobierno no le va a ir mal, gracias a la mayor importancia asignada a la baja de inflación, acotando de ese modo una potencial razón de suba del dólar. La oferta de divisas entre septiembre y octubre va a ser menor (el agro se apuró a vender en julio), pero no va a desaparecer. Con la actividad económica más fría, el volumen de importaciones dejó de crecer y los analistas creen que el déficit externo finalmente va a ser manejable. Con un real y un euro más fortalecidos por la debilidad global del dólar, el peso acumula una devaluación de 16% desde comienzos de año, según Econviews. Es un estímulo a tener en cuenta a la hora de pensar que las exportaciones pueden continuar en alza (en julio, energía y minería aportaron u$s 1700 millones a las reservas, dato poco identificado). El punto es que no hay que tomar el valor del dólar como un predictivo de cambios sistémicos. Las especulaciones sobre modificaciones del esquema cambiario no toman en cuenta posiciones muy difíciles de alterar. Una de ellas es el compromiso asumido con el FMI, que validó el programa y aceptó entregar u$s 15.000 millones este año. La otra son los contratos cerrados por el Banco Central en operaciones de futuro. Hay más variables a tener en cuenta, como se verá. En la Argentina no hay que dar por ganada una mano antes de jugarla.