Intermediación financiera y pesca fueron dos de los sectores más golpeados en términos de actividad económica, con caídas de 14% y 44%, respectivamente. Según el Indec, en septiembre el EMAE anotó una baja de 2,1% contra el año anterior. Pero al mismo tiempo, en dicho mes por primera vez hubo más rubros con alzas que con bajas.
Este dato traduce las dos realidades que vive la economía argentina, en donde el retroceso es firme, pero no es parejo para todos. Industria, comercio y construcción, las actividades que más pesan en el indicador que se asemeja a un PBI mensual, retrocedieron entre 5% y 6%. Por otro lado, el agro y la minería, con mejoras de 11,8% y 2,2%, fueron parte de los que ayudaron a compensar la balanza.
Lo que pasa en los bancos es un reflejo de la dualidad que transmite la enmarañada coyuntura argentina: por un lado está la bonanza contable que generan las Leliq, que garantizan un interés alto para sostener los plazos fijos en pesos. Pero por el otro, protagonizaron un furioso derrumbe de los depósitos en dólares y los créditos, factor que les restó liquidez y capacidad prestable.
Las grandes cadenas minoristas viven una situación similar. A los ojos de la sociedad, la alta inflación las coloca como un rubro ganador. Sin embargo, la caída del consumo, combinada con la presión impositiva y la competencia de otros formatos, hace que su rentabilidad sea cada vez más delgada. Su negocio es el volumen, la rotación, y su desafío es hacer rendir sus costos fijos, asentados en sucursales que se ven amenazadas por el crecimiento del comercio electrónico. El mismo argumento se escucha en los bancos, que ven venir un avance inexorable de las fintech y un achicamiento de sus ingresos por intermediación.
La economía, lamentablemente, quedó hundida en las arenas movedizas de la política. Y muchas de las acciones que hizo el Gobierno para alejarla de esa zona, terminaron modelando un escenario más frágil. La suba de la tasa de interés iniciada en 2018 tuvo como principal propósito prevenir una dolarización masiva. Pero no lo consiguió: una vez más el miedo superó a la codicia. Encareció el financiamiento pero la demanda de divisas que causó la incertidumbre post PASO revivió el círculo vicioso de devaluación e inflación.
La duda del corto plazo es adivinar cómo va a ser la reacción los agentes económicos ahora que la incertidumbre central desapareció. ¿Seguirá latente el impulso dolarizador o habrá margen para bajar la tasa? ¿Las personas querrán quedarse con los pesos y consumir más, o seguirán intentado acrecentar sus ahorros en divisas a través de otras vías, como la compra de bonos en la bolsa? ¿Alcanzará con darle volumen a las empresas para revertir la caída, o el gobierno electo también tendrá que ocuparse de contener sus costos? Cada vez falta menos para que se corra el telón.