

-Nos tuteamos
-Con mucho gusto.
Separados por un micrófono, Graciela Fernández Meijide y Carlos Corach lucen como dos extraños, pero es una falsa impresión. Es natural que se los vea como lo que han sido durante sus largos años de ejercicio de la política: adversarios. Apenas si se han tratado en todo ese tiempo. Pero no, no son extraños. La diferencia insalvable es que ella es tan alta a su lado que impresiona.
-Para mí es un placer, Corach...bah, Carlos. Yo disfruto realmente que estés con nosotros.
-Y me parece bien, Graciela. Esta es una época en la que nosotros podemos dedicarnos a disfrutar.
Yo no voy a ningún programa, no sé si has notado. Desde el 10 de diciembre de 1999. Pero celebro estar aquí porque tengo un gran respeto por tí, como dirigente y como ser humano.
A partir de un artículo periodístico publicado hace unos meses, Fernández Meijide llevó a Corach a su programa de radio "¿Por qué?" para que hablara de la década del 90, los años que los tuvieron activos en política, y de cuál es hoy el significado de aquella etapa negada. Circunstancialmente, fui el autor de ese artículo y tuve por eso oportunidad de compartir ese encuentro En su medida, la imagen de la ex senadora y vieja luchadora por los derechos humanos junto al ex ministro del Interior de Carlos Menem y viejo paladín de la palabra recuerda esas fotos que a veces vemos de un grupo de ex presidentes siempre ajenos, uruguayos, chilenos o de los Estados Unidos que aquí, la ñata contra el vidrio, tomamos como una rareza.
Es una conclusión fácil pero obligada decir que estos dos dirigentes, que estuvieron separados por un océano de ideas, dieron un modesto casi desapercibido entre los grandes públicos ejemplo de convivencia en un pequeño estudio de la radio pública de la Ciudad. ¿No éramos así cuando recuperamos la democracia, hace ya tres décadas? ¿Cuándo dejamos de serlo?
Corach le entró a los 90 con un ánimo reivindicativo, como era esperable, sin pudor. Son pocos entre aquellos protagonistas los que se atreven a asumirla. Para no hablar de los negadores, los tránsfugas de las ideas, hoy contigo y mañana en tu contra. Gustos que permite darse el peronismo.
"Menem es un hombre que está solo. Yo me he tomado como una obligación humana y política visitarlo. Muchos de los que están hoy en el Gobierno le deben todo", dice Corach, quien a la fuerza reconoce que el ex presidente es también una pieza útil para algunas estrategias parlamentarias del oficialismo. "Ahora, a los que dicen que él cambia eso por impunidad: ¿Qué impunidad? Si todos los juicios que ha tenido Menem le salieron mal".
Corach habla del peronismo con genuina autoridad. Por momentos parece que intentara explicárselo a Graciela, en la otra vereda de la perspectiva histórica. "Hay dos rasgos para destacar del peronismo: uno, que no es un movimiento ideológico. Ni menos ni más. No es. El otro es el verticalismo. Su jefe es el Presidente de la Nación, se llame como se llame: Perón, Menem. Kirchner o, ahora, la señora de Kirchner".
Los 90 vienen y van, entre recuerdos de las semanas previas al golpe del 76 que terminó de desatar la tragedia, el mundo en los años de la Guerra Fría, los judíos peronistas y las privaciones de hombres como el escribano Deolindo Bittel, de una época en la que enriquecerse no era algo glorioso. "El peronismo nunca inventó una teoría económica. Menem se subió a la corriente de época, liberalismo o como quiera llamarlo; igual que lo había hecho Perón en los 50, con el neokeinesianismo. La de hoy es la corriente de la revalorización del Estado" dice el ex ministro. Coinciden a su manera en que el kirchnerismo se ha visto favorecido por un contexto internacional único.
No quiero hablar de reclamos políticos, pero uno de los reclamos históricos a esta época será si fuimos eficientes en aprovechar la mejor etapa económica de la historia argentina. Me imagino qué hubiera sido de nuestra etapa con una soja a u$s 300 la tonelada.
Carlos, y lo que hubiera sido en la época de la Alianza.
Para lo que viene, Corach dice que no hay continuidad posible: "La sociedad quiere paz, conciliación, diálogo y consenso. En síntesis: los 90 fueron un intento de entrar en la modernidad, pero lo que más rescato es la voluntad de consensuar".
Agrega Graciela: "Y esto es lo que van a exigir los nuevos tiempos".













