“El default es dejar de pagar y sólo lo puede declarar el país que no paga, pero la Argentina va a seguir cumpliendo”, afirma la presidenta Cristina Kirchner. “No puede haber default de una deuda cuando el deudor paga”, repite el jefe de Gabinete, Jorge Capitanich, que viene insistiendo en que “el default técnico es un eufemismo” de las calificadoras de riesgo.
El argumento es que el Gobierno depositó los fondos para pagarles a los bonistas del canje. Y que si estos no cobraron al vencimiento, no es por culpa de la Argentina sino porque los bancos no les transfirieron ese dinero por orden del juez de Nueva York Thomas Griesa, que los bloqueó para tratar de forzar al país a que negocie cómo pagarles a los fondos buitre.
Pero con la propia explicitación de ese argumento, el Gobierno anticipa cómo piensa responder ante un default y casi parece anunciarlo. Si no hay un “stay” (cautelar) que permita completar esos pagos y el 30 de julio se cumplen los 30 días de “gracia” que vienen corriendo desde que el país entró en mora por los vencimientos a fines de junio, aunque haya de hecho un default, el Gobierno no va a reconocerlo, justamente porque los fondos fueron depositados.
La Argentina viene pediéndole a los fondos buitres que promocionen que Griesa reponga ese “stay”. Pero los holdouts, si bien se dicen dispuestos a negociar, pretenden que primero haya hechos concretos. Y como eso parece poco probable, también parece alejarse la posibilidad de que el juez reponga la cautelar. Y así, mientras se acerca el deadline, crece la chance del default.
“Es imposible cumplir lo que pretenden (los fondos buitre), porque una de las cláusulas impresas en los títulos de deuda incluye la denominada cláusula RUFO, que dice que no se les puede pagar a los que no entraron al canje de 2005 y 2010 más de lo se les pagó a los que entraron”, dijo ayer Cristina en la cumbre de BRICS-UNASUR.
Es cierto que, como apuntó ayer el ex presidente del Banco Central Mario Blejer, una negociación de estas características tiene mucho de juego de truco o de póker: el que muestra las cartas antes de tiempo, pierde. De ahí que se deba suponer que mucho de lo que se exhibe públicamente sean señuelos, indicios que tanto podrían como no revelar las verdaderas intenciones.
Aún así, es cada vez más claro que el Gobierno, al menos en su discurso, empieza a prepararse para un default que no reconocerá.
En declaraciones a The Economist, el abogado especializado en deuda soberana Marcelo Etchebarne advirtió que, si se dispara la RUFO –por un pago mejor a los holdouts que a los bonistas del canje- no sólo crecerá drásticamente la deuda argentina sino que, además, los funcionarios involucrados podrían enfrentar causas con penas de prisión.
Eso tal vez explique por qué el Gobierno podría preferir enfrentar los problemas de un default que la posibilidad de que falle la ingeniería legal de un eventual acuerdo con los holdouts y termine disparándose la RUFO. O, tal vez, los gestos sean sólo señuelos en la partida de póker que se juega en Nueva York.