En caso de enfermedad, ausencia de la Capital, muerte, renuncia o destitución del presidente, dice la Constitución, el Poder Ejecutivo será ejercido por el vicepresidente de la Nación. Mientras tanto, el vicepresidente preside el Senado, aunque no es senador. Ni siquiera vota las leyes. Sólo lo hace si hay empate.
Contra lo que mucha gente creyó después del sonoro voto no positivo de Julio Cobos, un empate en el Senado es algo tan excepcional que en toda la historia una sola vez lo hubo en una votación importante, precisamente aquella madrugada de las retenciones móviles. Entonces la pregunta que cabe hacerse hoy, cuando por primera vez hay un Vicepresidente procesado, es qué pasa en la Argentina si el presidente se queda sin vicepresidente. En términos políticos, claro, tiene trascendencia, pero en términos prácticos no pasa nada.
En primer lugar porque en nuestro sistema el vicepresidente no ha servido en los últimos cien años para canalizar menos para ahorrar crisis institucionales cuando estas se produjeron. Segundo, porque el Senado, a falta de una, ¡tiene cinco autoridades!: dos presidentes, que son el vicepresidente de la Nación (Boudou) y el presidente provisional (hoy Gerardo Zamora), y tres vicepresidentes (actualmente Juan Carlos Marino, Luis Juez y Juan Carlos Romero), de modo que sin un senador para presidir la sesión no se va a quedar. Y tercero, porque la ley de Acefalía convierte en suplentes, si no hay vice, a los presidentes del Senado, de Diputados y de la Corte, en ese orden.
Si Cristina Kirchner gobernara sin vice haría lo mismo que ya hicieron Menem, De la Rúa y Duhalde. De los treinta años que lleva la democracia reinstaurada, no hubo vicepresidente, por distintos motivos, durante casi siete años. Si se toman los últimos 60 años, sobre 14 presidentes constitucionales 8 gobernaron, una parte o todo su tiempo, sin vicepresidente. Eso, claro, no significa que hubieran gobernado bien sino que lo de quedarse sin vice está lejos de ser algo inédito. Ahora lo novedoso sería el motivo. Nunca nadie perdió el vice por persecuciones penales.
Menem cursó sin vice dos tercios de su primer mandato por la deserción de Duhalde, que se fue a gobernar la provincia de Buenos Aires. Y De la Rúa se quedó solo con apenas 300 días de gobierno cuando Chacho Alvarez lo abandonó de un portazo (antecedente traumático: la renuncia de Alvarez desencadenó la crisis que liquidaría a aquel gobierno 441 días después, pero aquella fórmula bipartidista era el núcleo de una coalición gubernamental, algo que ahora no sucede).
Los presidentes Adolfo Rodríguez Saá y Duhalde no surgieron del voto popular sino del Congreso, por eso carecieron de vicepresidente. Por fin, los Kirchner crearon una casuística propia. Si bien mantuvieron (hasta ahora) el cargo de vice siempre ocupado, intentaron en el segundo mandato deshacerse del que ellos mismos habían puesto Cobos, pero no lo lograron.
Perón asumió la segunda presidencia sin vice (Hortensio Quijano fue reelegido, pero se murió antes de volver a jurar). Gobernó así dos años, hasta que en 1954 se le ocurrió convocar a unas raras elecciones vicepresidenciales, que ganó el almirante Alberto Teisaire, quien como presidente provisional del Senado ya era el vice de hecho.
A Frondizi le duró menos que a De la Rúa: apenas 201 días. Entendió que conspiraba y lo obligó a renunciar. Y con Isabel Perón sucedió lo mismo que en su tiempo con Pellegrini, José Evaristo Uriburu, Figueroa Alcorta, Victorino de la Plaza y Ramón Castillo, los seis vicepresidentes que por enfermedad, muerte o renuncia de sus compañeros de fórmula tuvieron que asumir la presidencia entre 1890 y 1974 y que, obviamente, no tuvieron vice. Castillo e Isabel terminaron derrocados, lo que significa que la última vez que un vicepresidente asumió el mando y completó el período fue cien años, cuando murió Roque Sáenz Peña y lo sucedió Victorino de la Plaza.
En Estados Unidos el vice nunca es presidente por horas, como acá; cuando el presidente viaja no delega el mando. Fuera del antecedente de Castillo, quien sin miramientos se apoderó del gobierno del presidente Ortíz cuando la diabetes empezó a exigirle a éste sucesivos períodos de reposo, las presidencias temporarias no tienen importancia. Cristina Kirchner le transfería el mando a Cobos aún cuando no le dirigía la palabra (eso sí, le desmontó el despacho vicepresidencial de la Casa Rosada).
Pero, además, para seleccionar un candidato a vicepresidente en Estados Unidos se hace una pregunta crucial: ¿está en condiciones de gobernar, llegado el caso? Por razones culturales e históricas, en la Argentina esa pregunta es tabú. No se la entiende como un asunto práctico sino como una insinuación conspirativa. Nadie se atrevió a formularla en 2011 sobre Boudou. Ahora conservarlo en el puesto equivale a creerse protegido de un eventual incendio con un lustroso extinguidor que no tiene carga.