El estado actual del acuerdo automotriz que regula el comercio entre Argentina y Brasil no hace más que plasmar el enfriamiento de la relación bilateral a nivel general, tanto en términos económicos como políticos. Al día de hoy, prácticamente se descarta que vayan a implementarse cambios significativos o que se intensifiquen las tratativas que determinen nuevas coincidencias entre los gobiernos.
En el último protocolo firmado a mediados del año pasado -en el que básicamente se había extendido el acuerdo previo sin abarcar los temas de fondo- se planteaban ciertos puntos de trabajo hasta el nuevo vencimiento en junio de 2015. Los principales temas que se discuten están vinculados a las características del flex (el coeficiente que impone una relación máxima para el libre comercio bilateral, pero que en los hechos tiene una relevancia limitada), los requisitos de contenido de autopartes en los vehículos y las asimetrías generadas por políticas nacionales sobre la industria en la región.
Existe cierto consenso bilateral sobre la necesidad de aumentar los requisitos de contenido de componentes regionales en la producción, lo que seguramente se acabará implementando en algún momento en los próximos años. Pero aún no hay acuerdo sobre los mejores instrumentos y fórmulas para lograrlo.
Por su parte, Argentina busca la forma de recuperar cierto peso regional en la producción de autopartes y -de mínima- exige la incorporación de las que se producen en el país al Programa Industrial Brasileño Innovar Auto, que incentiva las compras en Brasil y que podría alentar la demanda de estos insumos locales.
Sin embargo, el trabajo sobre la agenda bilateral a lo largo del año fue muy escaso por varios factores: eEl contexto electoral en Brasil en el último trimestre del año pasado, el cambio en los equipos de la gestión y las medidas de ajuste anunciadas por el gobierno de Dilma Roussef que recortan la expectativa en la demanda.
Otro de los obstáculos es el próximo cambio de administración en Argentina, que incentiva al Gobierno brasileño y a las empresas a buscar postergar las negociaciones hasta que asuman las nuevas autoridades.
El tercer factor es, sin duda, la coyuntura de fuerte crisis de la industria automotriz en la región, que sesga la agenda hacia los problemas de corto plazo y el último (y más importante) es que, realmente, Brasil se halla cómodo con el status quo y Argentina ha perdido poder de negociación.
En este sentido, al día de hoy prácticamente se descarta que vayan a implementarse cambios significativos y la discusión pasa por si la prórroga del Acuerdo será de dos años, como pretende Brasil, o de uno, como solicita nuestro país.
Mientras tanto, Argentina deberá encontrar sus propios mecanismos para repensar y fortalecer su estrategia sectorial, en un contexto global y regional desafiante, y con problemas pendientes de resolución centrados en la competitividad, la modernización tecnológica y el desarrollo de proveedores autopartistas.